miércoles, 6 de abril de 2011

Los liquidadores

Así se llamó a los hombres movilizados tras el accidente de Chernobyl en 1986. Fueron unas seiscientas mil personas entre voluntarios, soldados y obreros quienes se encargaron de limpiar y  construir un sarcófago para contener la radiación. Podían trabajar en turnos de cuarenta segundos que, según testimonios personales, se hacían eternos y con la clara conciencia de que se enfrentaban de cara a una muerte que ni se veía, ni se podía oler. Muchos fueron despedidos con cien rublos y un apretón de manos. Tuvieron que luchar para que el gobierno accediera a conceder pensiones a las familias de los afectados. Según algunas estadísticas, entre 50.000 y 100.000 liquidadores fallecieron como causa directa de la radiación y unos 160.000 sufrieron seriamente las consecuencias de la misma y fueron declarados inválidos. Los pilotos y copilotos de los helicópteros que se emplearon en la acción murieron a los pocos días. Muchos de ellos fueron obligados a trabajar, otros, como ha ocurrido en Fukushima, se ofrecieron voluntariamente por llevar un salario a la familia. A los liquidadores de  Japón se les ha llamado también los “samurais nucleares” pero, según algunos medios de comunicación, muchos se han ofrecido por dinero y han restado romanticismo a la acción de ofrecimiento de sus vidas por salvar las de los demás. Hay testimonios de personas mayores que, sabiendo que con ellos la radiación tiene poco material y tiempo con qué cebarse, se han ofrecido voluntariamente para sustituir a los jóvenes.
Obligados por las autoridades o por las circunstancias, independientemente de las motivaciones que hayan movido a estos hombres una cosa es cierta: que están ofreciendo sus vidas por salvar las de los demás y lo saben y eso produce mucho pero que mucho respeto.


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