miércoles, 27 de abril de 2011

El tartazo

En estos días de Semana Santa he leído una noticia que me ha llamado la atención. Sigo con el tema político-socio-religioso, pero es que lo tengo que contar.

El arzobispo-primado de Bélgica Mons. André-Joseph Léonard al que muchos conocerán por su libro “Razones para creer”, ha sido objeto en las últimas semanas de varias agresiones por defender la doctrina católica sobre el aborto y la homosexualidad. Esto es a lo que se dedican los jóvenes radicales, que se declaran progresistas, amantes de la libertad, respetuosos con los derechos humanos, el medio ambiente y la capa de ozono, cuando alguien contradice sus ideas de manera pacífica y razonada. Es un ejemplo de la manera de discutir razonablemente de estas personas.

También en España hemos presenciado hace poco la acción de ese tipo de jóvenes progresistas, aladides de la libertad, y... del  mal gusto, despelotándose en la capilla de la complutense de Madrid, meneando las manolas al aire, alardeando de manera blasfémica ante el altar de su condición homosexual.

¿Se considera usted, joven abortista y lesbiana-activista, digo, se considera usted cristiana/o y católica/o practicante? Por los ejemplos que hemos visto en las noticias y en los videos puedo imaginar que no, pues, ¿entonces? ¿Por qué les molesta tanto a ustedes, gays y lesbianas del mundo unidos, que este señor diga lo que le parezca sobre la homosexualidad y el aborto? ¿No le debería a usted ponérsela más que floja lo que los católicos opinemos sobre este asunto? Oiga: ¿Le está impidiendo alguien el que usted se acueste con quien quiera, o imponiendo el que usted deje dar, o de recibir, por donde a usted le gusta?

Me pregunto también, como tantos y tantos en la blogosfera, por qué no hacen lo mismo con aquellos que cuelgan de una grúa hasta la muerte a jóvenes homosexuales en Irán o se dedican a la ablación del clítoris que afecta en la actualidad alrededor de unas 135 millones de mujeres y niñas indefensas en el mundo (que, por cierto, nada tiene que ver con el Islam pero que algunos radicales han adoptado como norma) o aquellas que tienen que ocultar su rostro para el resto de sus días tras una máscara de hierro. ¿Por qué no se van a las mezquitas a gritar y a desnudarse para reivindicar los derechos de las mujeres? ¿Por qué no entran, digo, en la mezquita de su ciudad y se van bailando a enseñarle sus saltarinas manolas al imán de turno?

Me impresiona la serenidad de este hombre tras los tartazos. Supongo que en ese momento se acordaría de Aquel otro que dijo aquello de que si a él le trataban de esa manera...

Pues eso, de momento a recibir tartazos.


2 comentarios:

  1. Cuando imagino a un pobre enfermo de Sida escuchando a este hijo de aquella hembra que va a 4 patas y ladra, diciendo a toda la comunidad que buenamente le escucha, y hasta creen en sus palabras, que al fin y al cabo "tiene lo que "se merece"... un tartazo me parece muy poco, lo justo sería ponerlo entre rejas. Detenerlo y encerrarlo en un psiquiátrico de por vida por estigmatizar a un colectivo.

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  2. Anónimo, cuando presente usted pruebas de que este señor haya dicho alguna vez que un pobre enfermo de sida "tiene lo que "se merece"" entonces cambiaré mi opinión sobre él. Hasta entonces su comentario es mera palabrarería inútil.

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