jueves, 18 de febrero de 2021

La ética de las vacunas


En mi artículo anterior me dejé inadvertidamente en el tintero una objeción a las vacunas contra el SARS-CoV-2 un poco más enrevesada y compleja que el simple negacionismo y la tontuna profunda: la ética en la utilización de material utilizado en su producción.  Y es que a partir de los años 60 se empezó a utilizar tejidos de fetos abortados intencionadamente y se extrajeron células para inmortalizarlas y ser utilizadas en laboratorios. Ejemplos de estas líneas celulares son la HEK293 (provenientes de riñón de un feto abortado en 1973) y la PER.C6 (células de retina de un feto abortado en 1985). En el desarrollo y producción de algunas vacunas se usan estas células para cultivar virus modificados o algunas proteínas de estos virus. Con estas células se han elaborado ya vacunas contra la varicela, sarampión, rubeola, poliomielitis, hepatitis A y herpes zoster, así como en el desarrollo de medicamentos para el tratamiento de hemofilia, artritis reumatoide y diabetes.

La mayoría de las empresas productoras de vacunas contra el SARS-CoV-2 utilizan estas células. Las vacunas de ARN producidas por las empresas Pfizer y BioNTech no lo hacen, aunque sí las utilizaron en algún momento de su investigación. Pero no se trata de investigar el origen de la vacuna que nos pondrán. En muchos casos no nos enteraremos, como tampoco no ha preocupado, y probablemente nunca habíamos oído hablar del tema, en el caso de otras muchas que nos han administrado a nosotros o a nuestros niños en el pasado.

Las células HEK293, como las células HeLa, extraídas de un tumor uterino sufrido por Henrietta Lacks antes de su muerte en 1951 y sin su consentimiento, son las líneas celulares más usadas en los laboratorios de todo el mundo para investigación. Yo mismo las he utilizado en colaboración con un laboratorio en un proyecto de investigación básica.

Células HEK293

La pregunta es: ¿es lícito, ético o moralmente aceptable el uso de un material obtenido, según algunos, de un modo moralmente reprobable?

Antes de continuar, hay que decir que la Academia Pontificia para la Vida ya habló sobre el tema en 2005 y 2017 (Nota circa l’uso dei vaccini del 31 de julio 2017), y la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha pronunciado recientemente llegando a la misma conclusión (Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la Covid-19 del 21 de diciembre 2020). 

Pero ¿cuáles son los argumentos utilizados por la Iglesia para decidir que es moralmente lícito el uso de estas vacunas?

1. Existen diferentes grados de responsabilidad en la cooperación al mal y en las empresas que utilizan líneas celulares de origen ilícito. No es idéntica la responsabilidad de quienes deciden la orientación de la producción y la de aquellos que no tienen poder de decisión.

2. Es lícito su utilización cuando no estén disponibles vacunas Covid-19 éticamente irreprochables o cuando no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular.

Estos argumentos me parecen lo mismo que encender una vela a Dios y otra al diablo. Mire, o se condena el uso de estas células obtenidas, según la Iglesia, de un mal objetivo o no se hace. Es un “no pero sí, depende”. Es decir, si no existen otras vacunas, entonces sí es lícito utilizarlas. ¿Me está diciendo que el fin justifica los medios?

Continúan arguyendo que de ninguna forma sería aceptable es el uso de células fetales provenientes de nuevos abortos provocados. Pero Helen Watt, del Anscombe Bioethics Centre (Oxford), ha declarado que “puede resultar más difícil protestar contra el uso de nuevas líneas celulares (procedentes de abortos), si uno ha estado usando regularmente líneas celulares antiguas en su investigación”. Y tiene razón. ¿Por qué aceptar lo que se hizo hace años y no hacer lo mismo hoy?

Existe otra razón en el argumento que me parece más lógica y es el de que “las líneas celulares actualmente en uso están muy alejadas de los abortos originales” y que ya no existe “cooperación moralmente relevante entre quienes usan esas vacunas y la práctica del aborto voluntario”.

Para mí, este sería el argumento fundamental para considerar ética moralmente aceptable el uso de estas vacunas. En la historia de la medicina, y la ciencia en general, existen cientos de casos donde fueron realizados descubrimientos utilizando métodos éticamente reprobables, incluso ilegales, en el pasado pero de los que se ha aprovechado la humanidad. (Existe un artículo sobre el tema en BBC Future).

Por ejemplo y citando del artículo: la cloroquina antipalúdica, la metadona y las metanfetaminas, la investigación médica sobre hipotermia, hipoxia, deshidratación y más, fueron todos producidos a partir de experimentos con humanos realizados por los nazis en campos de concentración.

¿Sabían que entre 1955 y 1976, cientos de mujeres con lesiones precancerosas fueron dejadas sin tratamiento para ver si desarrollaban cáncer cervical? ¿O que ocho pacientes en la ciudad de Hyderabad, en India, murieron durante un ensayo del fármaco anticoagulante estreptoquinasa y ninguno de ellos sabía que formaba parte de dicho experimento? Durante 40 años, a partir de 1932, investigadores de la Universidad de Tuskegee en Alabama rastrearon el progreso de la sífilis en cientos de hombres negros pobres, ninguno de los cuales había recibido jamás un diagnóstico o tratamiento, pese a que el antibiótico de la penicilina que podría curar la enfermedad estaba ya disponible en aquel momento.

¿Qué hacer con todos esos conocimientos conseguidos utilizando métodos no éticos? ¿Debería esa información ser usada en aras del avance de la medicina y beneficio de la humanidad, o no?

¡Ojo, que no estoy defendiendo en modo alguno la licitud de esos métodos para el avance científico! No hay que olvidar que, en el caso que nos ocupa, ni se abortó a un feto para conseguir las células HEK293 o PER.C6, ni se asesinó a Henrietta Lacks para establecer la línea de células HeLa. 

Desde mi punto de vista, no se debería prohibir el uso actual de líneas celulares obtenidas ilegal o mediante métodos considerados inmorales por algunos, y que se encuentran actualmente en casi todos los laboratorios del mundo, ni los conocimientos y beneficios adquiridos mediante en experimentos utilizando estas células deberían invalidarse, ni unirse necesariamente al origen de las mismas.

¿Qué haría usted si la sociedad recibiera una cantidad importante de dinero de unas acciones que multiplicaron su valor con el tiempo pero que sabe que procede de un acto delictivo antiguo en el que se produjo un asesinato? ¿Qué haría si con este dinero pudiera salvar de la hambruna a miles o millones de personas? ¿Utilizaría ese dinero sabiendo su procedencia o no lo haría? 

Propongo otra comparación más parecida a la situación que se plantea: ¿no utilizaría usted los órganos de una persona asesinada para salvar la vida de otras? ¿Por qué no podemos separar entonces el hecho atroz del asesinato de la extracción de los órganos con fines terapéuticos? ¿Ve la diferencia?

Pienso del mismo modo en el caso de las células en cuestión, que se han multiplicado durante tanto tiempo en los laboratorios de todo el mundo adquiriendo un enorme valor práctico en la investigación y, tan importante, que sería también ahora éticamente reprobable el no utilizarlas para salvar la vida de millones de personas. 


miércoles, 17 de febrero de 2021

A vueltas con la vacuna

 


No me sorprende que quienes militan en el negacionismo del coronavirus, sean a la vez detractores de la tan ansiada vacuna. Esa gente no atiende a razones y se mueven por sentimientos que no alcanzo a entender.

Si esta pandemia es un invento de las potencias mundiales para someter al pueblo, como defienden, entonces ¿por qué se posicionan en contra del remedio que acabaría de inmediato con ese abuso? No lo entiendo.

Pero entiendo mucho menos a las personas, entre ellas algunos sanitarios, que se dejan llevar por bulos, dimes y diretes y ponen en duda la seguridad de la vacuna. Se arguye que no ha seguido los protocolos de seguridad correspondientes, o que algunas personas han reaccionado a la vacuna, o se teme posibles efectos secundarios irremediables tras su utilización.

Vamos a ver. La vacuna ha seguido todos los ensayos clínicos previstos para la autorización de su uso. Ha sido todo más rápido por la situación de emergencia en la que nos encontramos, pero la compañía Pfizer/BioNTech hizo pruebas a más de 40.0000 voluntarios. En el caso de Oxford/AstraZeneca se suspendió temporalmente su desarrollo en una de las etapas para investigar por qué había muerto uno de los participantes y se reanudó cuando se comprobó que la muerte no tenía que ver con la vacuna.   

Estas vacunas no provocan enfermedades, como ninguna de las aprobadas hasta hoy para luchar contra otras infecciones. Puede suceder que se sufran síntomas leves y temporales como fiebre, dolores musculares etc, ya que se estimula al sistema inmune y éste reacciona de forma parecida a cuando existe una infección. Hace unos meses me vacuné contra el virus que provoca la encefalitis transmitida por garrapatas, que es muy común donde vivo. Las pasé canutas al día siguiente, pero fueron efectos secundarios leves, esperados y desaparecieron en pocos días.

Las vacunas no provocan enfermedades, ni tampoco esterilidad como se está diciendo por ahí. De ninguna manera las vacunas de ARN modifican nuestra genética, como alguno quiere hacernos creer. Son bulos estúpidos y hay que ser bastante poco inteligente para creerlos. ¿Por qué se cree a quien no tiene ni los estudios ni la capacidad para valorar estos avances y no se admite el criterio de los científicos?

En Israel, donde no me parece que sean muy tontos, se ha vacunado a 3 millones de personas de momento (el 34 % de la población) y ha demostrado 99% de efectividad. Y, a día de hoy, se ha administrado a 170 millones de personas en todo el mundo.

Me parece absurdo el poder vacunarse y preferir no hacerlo siguiendo bulos irracionales. Esa actitud sí que tiene efectos secundarios muy graves, al arriesgarse a que amigos, familiares, padres, hermanos, abuelos o uno mismo puedan contraer la infección, poniendo en riesgo la propia vida y la de los demás.

Eso sí que es de tontos, pero de muy tontos de verdad.


jueves, 11 de febrero de 2021

Saltándose religiosamente el turno


Desde hace unos días sabemos que algunos obispos y principales de la Iglesia se han saltado los protocolos de vacunación y, utilizando la picaresca, se han colado en el turno para recibir el tan deseado pinchazo que todos queremos para nosotros y para nuestras queridas familias.

Que alcaldes, concejales y políticos hayan decidido traspasar los límites de la moral o la ética no es nada nuevo. En este país estamos acostumbrados a la corrupción de la clase política o de cualquiera que alcance mínimos niveles de poder. Pero de los pastores de la Iglesia, de aquellos que dicen seguir la doctrina de Jesucristo, los que predican el amor, la caridad y el dar la vida por los demás, de éstos no me lo esperaba.  ¿Se imaginan a Jesucristo en esta situación, diciéndoles a los discípulos que sí, que se vayan para Jerusalén que ahora iré yo, y que le pillaran a él y a Pedro poniéndose la vacuna de extranjis? ¿Cómo le iban a creer después aquello de que: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”?

El obispo de Murcia, su secretario personal, el obispo auxiliar, el que fuera arzobispo de Burgos, el canónigo de la Catedral, el obispo de Orihuela-Alicante, el de Mallorca y el de Tenerife se han saltado los protocolos y, aprovechando su cargo y situación para beneficio personal, en un “sálvese quien pueda” se han tirado los primeros a los botes salvavidas de este naufragio en el que nos hundimos todos. Y a los demás que les den.

Mire, yo estoy de acuerdo que personas muy principales como el Papa, presidentes de gobierno, ministros etc.. reciban la vacuna por precaución y por el bien de la sociedad. Pero que obispos, sacerdotes, secretarios etc.. se salten a la torera su turno no me parece de recibo. Toda esta gente ha perdido la credibilidad y debería dimitir en grupo.

La pareja Özlem Türeci y Ugur Sahin, fundadores de Biontech, la primera empresa que está comercializando junto con Pfizer la vacuna de ARN, ha decidido vacunarse cuando les corresponda y así disponga las autoridades sanitarias de Alemania. Un ejemplo, y miren que tienen la vacuna en casa.

Comentando ayer lo sucedido con un amigo me dijo: “mira, aquí sólo te puedes fiar de tu madre”. Y es cierto. Si mi madre o mi padre vieran la necesidad de ceder a un hijo suyo la vacuna, estoy seguro de que lo harían gustosos y sin dudar. Otro amigo, del que no voy a decir el nombre pero que se ha beneficiado de la misma picaresca me dijo: “mira, aquí sálvese quien pueda”. Sí, salvado sí, pero perdiendo toda la credibilidad de lo que tan hipócritamente se predica. Es así.

Mis padres, él con 81 y con 74 años ella, como tanta gente, llevan confinados casi un año. Viven con el miedo a un contagio que, dado su avanzada edad, podría ser definitivo, como está ocurriendo con miles de personas. No pueden ver a sus hijos y nietos, y yo tampoco los podré visistar este verano por la mala gestión de la pandemia. Por eso me repatea, me hierve la sangre y no entiendo que haya quien siga disculpando a esta caterva de políticos, sacerdotes, obispos, secretarios y listillos cuando se saltan los turnos establecidos sin respetar los límites de la moral o de la más mínima ética.

Y tampoco podrán exigir a los demás lo que no predican con el ejemplo. ¿Dónde queda entonces su autoridad moral?