miércoles, 13 de abril de 2011

El gran apretón

Ya sé, ya sé, la entrada de hoy no se corresponde con el nivel que se espera de un doctor que llegó a formar parte de la aristocracia de la inteligencia pero lo voy a contar. No me lo puedo callar porque mi mujer lleva ya tres cuartos de hora riéndose sin parar. Pues me ha sucedido lo que sabía que algún día me tenía que pasar. Tengo un reloj interno, una alarma que no me deja salir a la calle tras desayunar sin haberle dicho a Roca que voy a salir. Hoy me he saltado la costumbre y es bien sabido que las tradiciones deben respetarse por nuestro bien. Hoy no lo he hecho y, aunque un pajarillo ahí detrás de la oreja me repetía sin cesar: “¡peligro, peligro… te vas sin haber resuelto tu problemilla de después del café!”, he decidido no prestar atención a mis manías sicológicas que me tienen atado desde la más pura infancia. Me he dicho: “¡coño, sé valiente… que no va a pasar nada!”. Y he salido a la calle: duchado, afeitado, desprendiendo olor a “after shave” y con una seguridad… vamos, con la intención de comerme el mundo. Camino del colegio he empezado a notar los primeros síntomas. Me he dicho:

“Sé valiente, eso es sólo tu cabeza, ya te lo dijo el doctor Manjón (le cambio el nombre por aquello de las susceptibilidades) ya anciano hace treinta años cuando en su consulta le preguntaste si el problema podría ser de colon irritable":

-“Usted es joven, levántese por la mañana y ofrezca su día Dios, rece una jaculatoria y láncese a comerse el mundo, haga deporte y no se preocupe por su “problema” que está sólo en su cabeza”.

El doctor Manjón -creo que ya no vive- era uno de esos cristianos de “en medio del mundo” que se tomaba muy a pecho eso de santificar su trabajo ordinario. Salí de la consulta asombrado por los consejos medico-religiosos de este buen hombre y con la seguridad –mi madre lo puede contar- de que todo estaba en mi cabeza y que, cuando me diera el apretón, con un par de jaculatorias todo se solucionaría. Yo, por si acaso, añadía a la terapia aquello de pensar en enanitos saltando por un prado salpicado de amapolas. Hoy no me ha valido ni las jaculatorias ni los enanitos. De vuelta del colegio y a menos de cinco minutos de mi ansiado destino he sentido que me iba por la pata abajo. Me he acordado (siempre me pasa en estas situaciones) de aquel sucedido que me contó mi padre sobre el juez de Orihuela que se cagó en medio de una vista oral y quien, tras acabar el juicio y mandar salir a todos, se quedó sentado y notificó al conserje que no abandonaría la sala hasta que su querida esposa le hubiera traído unos pantalones limpios. He sudado lo insudable, y he pensado que lo peor que me podía suceder no pasaría de una evacuación de emergencia en la "fregoneta" que conduzco y que tras una buena limpieza nadie notaría.

También me he acordado de otras situaciones similares en Valencia cuando, camino de la Universidad y atravesando los Jardines del Real, tenía que tumbarme en un banco y esperar a que pasara el apretón. Aún recuerdo las caras de los residentes del colegio mayor donde vivía cuando me descubrían a las ocho de la mañana tirado como un borracho, pálido, en medio del parque.

A cuatro minutos exactos de mi destino, sin la posibilidad de parar en ningún bar y después de haberme roto la manga de la camisa a mordiscos he divisado el ”Club Cowboy” de Regensburg. El Club Cowboy es un lugar donde los nostálgicos del Far West se reúnen a cabalgar y a bailar vestidos de vaqueros. En la entrada hay una caravana típica con su lona blanca y todo. Como me resistía a montarla dentro del coche que limpié concienzudamente este fin de semana, he aparcado la furgona en la entrada del club, me he aprovisionado de un buen trozo de papel y me he posicionado entre la caravana (que no dentro, porque tampoco era de recibo el dejarles el regalito allí mismo) y un par de árboles que me cubrían de la calle principal. Me da vergüenza decirlo pero he sido más rápido que Billy el Niño. En veinte segundos estaba de vuelta en mi furgona, con una sonrisa en los labios, oyendo la canción “Under Presure” (nunca mejor dicho) de Queen (que por cierto cumple cuarenta años en estos días) y con la tranquilidad de haber desalojado a tiempo he rezado, ahora sí, una jaculatoria en acción de gracias.

Y mi mujer aún no ha parado de reírse.

12 comentarios:

  1. ¡Qué malamente se pasa!

    Yo tengo unas cuántas de esas también. Es lo que tiene tener un culo relojero, que no perdon una.

    La vida es liturgia, y el que se la salta, lo paga.

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  2. Jajajaja...muy bueno!!
    Realmente se pasa muy mal con un apretón de ese calibre.

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  3. eso te pasa por la cucharada de leche condensada que te dio la comadrona nada mas nacer.besos

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  4. Jejejeje espero que no me lo tome como una falta de respeto el reirme pero entienda que la situación no deja de ser cómica y le agradezco haberme hecho comenzar el domingo con una carcajada que siempre es de agradecer. Ha sido un placer que por esas casualidades que tiene el internet diese con su blog y u entrada. Un abrazo desde Madrid.

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  5. Hola Maripaz (todojunto), hola Mónica de Madrid, bienvenidas a este huerto!

    Mamá: se me olvidó el contarlo. Es verdad, tú me lo has contado muchas veces. Cuando la comadrona nada más nacer me vió un poco debilucho me metió una cucharada de leche condensada.... y me contaste que por poco me mata.

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  6. Con qué gracia y originalidad lo has contado José A.

    Saludos.

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  7. Yo me pregunto si ¿Al mentecato interplanetario le habrá sucedido alguna vez una incontinencia intestinal similar en unos de sus viajes por ahí para buscar financiar la deuda pública española?

    Buena anécdota! Por eso he clasificado tu blog dentro de mi categoría de humanismo recreativo, jaja.

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  8. Hola Jose!

    que sepas que siempre leo tu blog aunque no comente ;) pero es que tu entrada de hoy me ha hecho recordar un viaje a Benalmádena hace 7 años, en el que, después de pasarme 3 días comiendo a base de pescadito y marisco, mi sistema digestivo dijo "basta!!" y es que por poco no llego al hotel y tenemos un "accidente" en medio del paseo marítimo. Al final se quedó en nada pero... qué mal se pasa!!!

    Nada, que me he reido mucho jaja, y no te disculpes por el tema de la entrada, porque digo yo, es que los doctores e intelectuales no tienen apretones??

    Muchos besos desde Würzburg y recuerdos a Susanne y los niños.

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  9. Hola Olga, bienvenida! Como dice Suso, se pasa muy pero que muy malamene. Ahora lo tuyo es para escribirlo a parte.... mira que pasarte tres días a base de marisco!!!

    Hola oriolanos!

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  10. Debe ser cosa de familia, episodio parecido le ocurrio a tu tio.
    besos para todos.
    Pilar

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  11. Pues me lo tienes que contar algún día.... DINA!

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