Pues creo yo que Pepiño Blanco acaba de terminar el curso de maestro Jedi y nos intenta enseñar ahora como ha de comportarse una héroe. No tiene otra explicación. Eso de que ya vayan tres las veces que esta semana se ha enganchado a un micrófono para convencernos de que Esperanza Aguirre, de presentarse, no hubiera aprobado el examen de heroína me huele a que se ha sacado el carné de maestro Jedi. Lo que debería haber hecho esta mujer, después de parapetarse detrás de un mostrador al sentir la mascletá de disparos que se organizó, perder los zapatos en su cobarde huída, cobijarse en la cocina del hotel a la vez que escuchaba como todo explotaba a su alrededor, de atravesar pisando descalza charcos de sangre para encontrar una salida, de haber seguido instrucciones de gente encargada de su seguridad que la transportó directamente al aeropuerto que no estaba ni mucho menos bajo control ni libre de peligro, era el haberse quedado allí hasta que todos los españoles de su delegación hubiesen salido del hotel. Eso es exactamente, Pepiño, lo que según tu librillo del maestro de héroes, uno de tus aprendices debería haber hecho. Eso es también lo que, con toda seguridad, hubieras hecho tú y tu presidente o cualquier otra personalidad. Mira zascandil, primero: a nadie se le puede exigir en esta vida ser un héroe. Segundo: ni mucho menos puede exigírsele a una mujer a la que siempre, Pepiño, siempre hay que proteger, aunque sea del PP y presidenta de la comunidad de Madrid. ¿Te has olvidado de la frase “las mujeres y los niños primero”? Tercero: Pepiño, es muy fácil ver los toros desde la barrera. Cuando tú hayas pasado por una situación similar, entonces, hablas y nos das clases de heroicidad. ¡Pero si te tendrías que alegrar, tontín, de que todo haya salido así! Si Esperanza, siguiendo tus consejos, se hubiera quedado en el aeropuerto un par de días esperando a que todo se hubiera resuelto se hubiera acabado Rajoy, esa marioneta barbada, como líder de la oposición, hubiéramos tenido que encumbrar a tu aprendiz de heroína, ahora fracasada, a las cimas de los índices de popularidad y proclamarla ganadora de todas las encuestas de intención de voto. ¡Pero Pepiño, hijo, si te tendrías que alegrar! ¡Hala, a pensarlo un ratito!
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