Lo de la ministra Chacón es pa’mear y no echar gota. Dice ahora que el estropicio diplomático que ha propiciado, esa gran cagada sólo digna de ministros como Moratinos ¾al que, por cierto, ni siquiera comunicó la situación¾ se debió al derecho que tenían los soldados españoles a ser los primeros en conocer la decisión tomada por el ejecutivo español de retirarlos de Kosovo. Antes de informar a los gobiernos de los países aliados, o a sus mandos, antes de consultar con los representantes de los países integrados en la OTAN y discutir sobre la conveniencia o no de la disputada retirada, antes siquiera de informar sobre esta decisión unilateral (acertada o no) a los que tenían que recibir esa información, Chacón ha decido decírselo primero a los soldados (¡pobres hijos!) porque, según la ministra, el asunto les afecta directamente a ellos. Y nosotros nos lo tenemos que creer.
Sólo nos queda ver a la Chacón llamando al enemigo para comunicarles que les vamos a atacar. ¡Lo que hay que ver!
martes, 24 de marzo de 2009
Hola, ¿es el enemigo?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es muy bueno.
ResponderEliminarA mí, esta Chacón, me parece "empalagosa".
ResponderEliminarAl final, sus actuaciones siempre caminan por el terreno del "efectismo". Fondo, reflexión, no suele haber.
Se dedican a improvisar. Siempre lo han hecho.
ResponderEliminarHasta El País se queja de la chapuza:
ResponderEliminarEDITORIAL. EL PAIS
KOSOVO POR DENTRO
La retirada unilateral de las tropas españolas muestra los límites de una forma de gobernar
26/03/2009
Las consecuencias de la decisión unilateral de retirar las tropas españolas de Kosovo pesarán sobre la agenda internacional del Gobierno durante los próximos meses, pues coinciden con la reformulación de la política exterior emprendida por Obama en un momento en que España no debería ver hipotecada su posición en los nuevos equilibrios mundiales. Se trata de una iniciativa mal calibrada, peor gestionada y transformada, por último, en una comedia de enredo por la disparidad de criterios exhibida por el Gobierno en el curso de unas pocas horas.
Este error deja también al descubierto los límites de una forma de gobernar que introduce modos presidencialistas en el sistema parlamentario español, reduciendo el papel de los ministros al de meros ayudantes del jefe del Ejecutivo y sacrificando experiencia y usos democráticos al tacticismo y a la improvisación. La preo-cupación por la imagen y la proliferación de canales informales, al margen de los institucionales y administrativos, se han convertido en signo distintivo del quehacer de Rodríguez Zapatero.
El riesgo de un grave traspiés era cuestión de tiempo, y la retirada de Kosovo se ha convertido en la ocasión más inoportuna para que salten estos frágiles esquemas que el presidente ha venido confeccionando a su medida. Para ello ha hecho falta la concurrencia de un ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, privado de la dirección de su departamento hasta el punto de no controlar siquiera el nombramiento de los segundos escalones y el de una ministra de Defensa, Carme Chacón, a la que se le encomienda una cartera por razones de proyección política ulterior, y que organiza un anuncio del calado del realizado en Kosovo la semana pasada sin atender a más calendario que el suyo propio.
Unos por otros, y con el presidente del Gobierno en la trastienda, han ofrecido el espectáculo de anunciar un día la retirada de las tropas antes del verano, corregir al día siguiente el plazo y regresar, por último, al punto de partida. Si en esta cadena de rectificaciones y desmentidos alguien se extralimitó o no cumplió con su tarea, cabe exigir como mínimo una explicación política. Sigue siendo difícil de entender por qué se ha decidido la retirada unilateral a tan sólo unos días de una importante reunión de la Alianza Atlántica y del primer viaje de Obama a Europa.
El argumento al que Chacón se ha visto obligada a recurrir en un intento de minimizar los efectos negativos de la decisión, en el sentido de que deseaba comunicar la retirada a los soldados españoles en persona, constituye un preocupante síntoma de irreflexión e inmadurez política que a nadie ha pasado inadvertido. En el calendario internacional que aguarda a nuestro país se encuentra la presidencia de turno de la Unión Europea, que exige una capacidad por encima de cualquier otra: coordinación. Que es exactamente la que ha brillado por su ausencia en el anuncio de retirar las tropas españolas desplegadas en Kosovo.
Sin alianzas estables después de los resultados electorales de Galicia y País Vasco, al presidente le ha estallado Kosovo cuando se disponía a plantearse una crisis de Gobierno. No es la primera vez que este peculiar presidencialismo tropieza con la tozuda realidad. En otros territorios tan delicados como la política exterior ha cosechado Zapatero fracasos parecidos. Con la política autonómica, la inmigración o la economía ha sufrido percances similares, debido a la misma combinación de negacionismo respecto a la realidad y de voluntarismo presidencialista. Sea cual sea el papel que el presidente del Gobierno haya previsto para la ministra de Defensa, la factura de este episodio pesará gravemente sobre su estrategia y sus planes.