viernes, 25 de abril de 2008

Hoy estoy triste

Porque una persona de mi familia, a la que todos queremos mucho, se está apagando poco a poco. Se me vienen estos días los recuerdos de mi niñez junto a ella y pasan por mi mente como caballos raudos dejando un poso de agradecimiento por haberla conocido y de tristeza de estar perdiéndola. Ha llegado su momento, ese que no pasará de largo para nadie y con el que tendremos que lidiar todos. Lo malo es que se da cuenta y, como ya le pasó a su marido -mi abuelo-, no se quiere ir. Cuando pienso en lo que está sucediendo tengo la sensación de que se detiene el tiempo, miro alrededor y descubro la futilidad de muchas cosas en la vida. Es verdad, hay dos situaciones en la vida de una persona en los que parece que el cosmos se detenga -o por lo menos aminore su velocidad- en el alocado viaje que hace por el tiempo. Esos dos momentos son el nacimiento y la muerte, y tiene sentido esa ralentización que palpo a mi alrededor porque esos instantes son los más importantes en nuestras vidas, los que marcan los límites en el tiempo de nuestra existencia en la tierra. El lunes pasado tuve la suerte de estar en el cumpleaños de un amigo que es vocal de una banda y tocaron para unos pocos invitados canciones de toda la vida. Cuando llegó el turno de Bob Marley y su "No, Woman, no cry" me acordé de ella y pensé -como dice Marley en su canción-: "No, mujer, no llores.... todo va a salir bien".


4 comentarios:

  1. "Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos,
    que el viento sople siempre a tus espaldas,
    que el sol brille cálido sobre tu cara,
    que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos y,
    hasta tanto volvamos a encontrarnos,
    que Dios te guarde en la palma de sus manos"

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  2. Gracias, anónimo, por esa bonita y antigua bendición irlandesa

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  3. Cuando una persona muere deja en los que se quedan junto a ella como un aura de luz, como un sentimiento extraño de bonanza espiritual carismática. Es una luz aterciopelada, o quizás anaranjada que envuelve la estancia y el interior de los que han vivido sus últimos momentos. Algo dificilmente explicable sucede, pero se percibe. Así ocurrió el viernes pasado con la abuela. Algo envolvía la estancia. Yo pude percibirlo. Y ese algo era portador de un consuelo, de una templanza, de una ignota luz que estaba en el aire, que impregnaba el espacio. Ella vivió una larga existencia y afrontó la muerte con la dignidad de los privilegiados. Esa quizá fue su bienaventuranza. Ahora ha vencido al tiempo y ha entrado en la eternidad.

    José Antonio Sáez.

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  4. No pude estar allí ese día pero estoy seguro de que fue como nos cuentas. A mí se me paró el tiempo
    Jose

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