He seguido interviniendo en el blog de Infocatólica de Néstor Martínez discutiendo sobre metafísica tomista. En las últimas semanas he leído bastante y he aprendido mucho de filosofía pero hay algo de lo que me he dado cuenta: que sigue existiendo el dogmatismo, el intento de imponer una opinión a costa de todo, incluso de borrar de un plumazo al comentarista, el eliminarlo virtualmente cuando no se sabe qué o cómo contestar o cuando contradice nuestra manera de pensar.
Por esto he tenido que intervenir en dicho blog utilizando distintos seudónimos y ocultando mi IP para intentar seguir discutiendo y evitar así que el autor del blog borrara continuamente mis contribuciones.
En el curso de esas discusiones, he visto como este señor y sus palmeros, han ridiculizado los avances de la ciencia, han dudado de la validez de los resultados y conclusiones de la neurociencia cognitiva y a la neurofisiología no admitiendo, por ejemplo, que el color sea una sensación en nuestro cerebro con base en las cosas (depende de la estructura de la materia y de la luz pero sobre todo de un cerebro capaz de interpretarlo) o que el cerebro sea capaz de equivocarse a la hora de interpretar la realidad (alucinaciones, ilusiones ópticas).
Se me acusó (a modo de insulto) de empirista, materialista, anatema, nominalista, relativista, kantiano, y no sé de cuantas cosas más por sostener que lo único que podemos ver ahí fuera es materia y energía. Se me ha vetado por plantear la hipótesis de que un universo incausado y eterno es perfectamente respetable desde el punto de vista lógico y que la materia y la energía y su transformación pudiera ser todo lo que existe.
Acusé al tomismo de ser una filosofía pensada para justificar la creencias de una religión.
El tomismo razona que la realidad no se identifica necesariamente con la existencia, es decir, no todo lo que es, existe. Pero esto lo hace para poder utilizar el concepto de cambio de "potencia de existir" a "acto de existir" que sólo puede suceder por la acción de un Ser superior. Esos entes posibles, según ellos, se dan pero no existen.
Puse en duda el concepto de esos “entes posibles” que están esperando que Alguien les cuelgue el cartelito de la existencia. Dije que esos “posibles” existían en el pensamiento cuando formulábamos, por ejemplo, la hipótesis de que Menganito Fulánez hubiera podido no nacer. Se me dijo que Menganito Fulánez, antes de nacer, era un ente posible que no existía pero que podría hacerlo y, por tanto, Menganito Fulánez “se daba” en la realidad antes de existir pero...como “ente posible”.
Contesté que el señor Fulánez, antes de existir, sólo se podría dar como como ente de razón, como concepto, como idea, como construcción lógica del pensamiento. Y de ese modo ya estaba existiendo pero como concepto, en una hipótesis.
Para “demostrar” que esos posibles se daban en la realidad (sin existir, por supuesto) el autor del blog me preguntaba insistentemente:
“Si existía la posibilidad, antes de que los dinosaurios se hubieran extinguido, de que estos se extinguieran. Si ese suceso era posible“
Estos señores no sabían distinguir entre posibilidad como antónimo de lo contradictorio o imposible y el concepto de probabilidad y desconocían, al parecer, cualquier estudio sobre la cuestión desde Kant hasta Bunge pasando por Popper.
Y me borraron el comentario
Puse como ejemplo a Russell cuando criticaba a Meinong diciendo que le parecía excesivo el que todo lo que se daba en el pensamiento existiera.
A mí, lo que me parece de verdad excesivo es que lo que no existe sea algo.
Puse en duda el concepto de contingencia de los seres arguyendo que la materia y la energía que componen esos seres no desparecía y que podrían estar en continua transformación (el hombre muere y sus átomos pasan a formar parte de una piedra o absorbidos por una planta que los incorporará en sus hojas y así sucesivamente.)
Por eso propuse un nuevo principio metafísico para ayudar a entender la realidad: el de la continua transformabilidad.
De esta manera no se podía argüir que todo lo que existe sea contingente ("petición de principio" que comete la metafísica tomista en su construcción de argumentos) sino transformable.
Y me borraron el comentario.
Estos señores creen realmente que todas esas construcciones lógicas o ideas utilizadas en su construcción metafísica como “ente posible”, “accidente”, “substancia primera”, “conjunto de entes contingentes” “serie finita o infinita de causas”, etc… existen en realidad y los usan como “prueba” de demostración de la existencia de Dios.
Y me borraron el comentario.
Pienso (y no sólo yo) que no son más que conceptos que inventamos para intentar explicar la realidad y que los malabarismos o las piruetas metafísicas que se hagan con estos conceptos no llegan a probar absolutamente nada. Por eso las conclusiones de la Metafísica no puedes ser verificables (como sostenía Carnap) ni falseables (como diría Popper) y ha sido desprestigiada por tantos filósofos a lo largo de la historia hasta nuestros días.
Estos señores utilizan falacias como la “petición de principio” ("todos los seres son contingentes" o "el efecto no puede ser superior a su causa") o la “falacia de composición” al hablar del Universo con una facilidad sorprendente. Dicen: "el conjunto de seres contingentes tiene que ser a la fuerza contingente" y me ponen como ejemplo que "un conjunto de ciegos no puede ver", y digo yo: claro, lo mismo que si un equipo de fútbol está compuesto de negros, el equipo tiene que ser... negro.
Y me borraron el comentario.
Aplican cualidades de los seres particulares a los conjuntos de ellos que no son más que conceptos (conjunto de ciegos, equipo de fútbol) para terminar cayendo en el “paralogismo de los metafísicos” que, en palabras del también uruguayo Carlos Vaz Ferreira:
“Consiste en plantear gratuitamente un pseudoproblema absurdo y sin sentido semántico y una vez que el interlocutor acepta la cuestión absurda, el metafísico le demuestra lo absurdo que es una alternativa (por ejemplo, que el espíritu sea cuadrado o que haya sólo entes contingentes) para a continuación exclamar triunfante que la única alternativa válida es la suya (por ejemplo, que el espíritu es redondo o que hay también un ente necesario). Pero el metafísico no da a conocer la posibilidad de que ambas alternativas sean igualmente absurdas, inadecuadas semánticamente o un completo misterio ininteligible. Y para más inri pretende que el absurdo de una alternativa es prueba de la verdad de la otra, cuando ambas pueden ser igualmente absurdas y, por tanto, el argumento no tiene valor”
En definitiva, estos señores intentan imponer una manera de pensar ampliamente superada por la filosofía occidental, negando los avances de la ciencia y la validez de todo sistema filosófico que critique al tomismo.
Yo creía que la filosofía era otra cosa. El amor por la sabiduría. El interés en conocer la verdad y que esto significaba la posibilidad de la discusión tranquila y esclarecedora. Pero me he encontrado con lo contrario. Me he topado con la filosofía convertida en pura ideología y en dogmatismo que se intenta imponer.
Recuerdo a un tomista de escuela que me enseñaba filosofía en mis años mozos (y supongo que lo seguirá haciendo).
Este señor sostenía el siguiente argumento para “probar” la naturaleza inmaterial del alma:
“Los conceptos son abstracciones que hacemos de la realidad. Como esas abstracciones son inmateriales, el recipiente de las mismas, es decir, el entendimiento y por tanto el alma (el entendimiento, según S. Tomás, es una de las potencias activas del alma), tiene también que ser inmaterial”.
Y se quedaba el tío tan ancho y nosotros nos íbamos convencidos de que habíamos demostrado la inmaterialidad del alma espiritual toda ella.
Hace ya tiempo que no estoy dispuesto a aceptar ningún dogmatismo, es decir, el tener que comulgar con una determinada aseveración o una afirmación hecha por alguien simplemente por que sí.
Tenemos una razón, y muchos se han dedicado a denostarla y a hacernos desconfiar de ella porque nos pueda llevar a error. Han intentado hacernos creer que es mejor el confiar en lo que ellos nos digan, imponiendo maneras de pensar, prohibiendo la lectura de libros por considerarlos "peligrosos" y creando índices de autores y censurando obras que nos podrían inducir a error o, mejor dicho, nos podrían hacer llegar a conclusiones que no cuadraban con su manera de pensar.
En el fondo, ¿qué estamos diciendo cuando afirmamos ante una determinada situación el que no podemos actuar en contra de nuestra conciencia? Pues que ese actuar repugnaría a nuestra manera de pensar, que sería contrario a la razón.
Como éste es mi blog y tengo el derecho al pataleo, pues así he pataleado: a gusto.
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Néstor Martínez ha tenido a bien, después de haberme vetado en su blog, el contestarme hoy mismo a una de mis objeciones. La traigo aquí como ejemplo. Sirva como botón de muestra de lo que he intentado explicar en la entrada de hoy.
Él sostiene, como buen tomista, que "el efecto no puede ser superior a la causa". Yo contesté que esto es una "petición de principio" porque sí vemos efectos que son superiores a sus causas. Por ejemplo, las neuronas forman el cerebro y este es capaz de producir pensamientos. Los pensamientos, los razonamientos podrían ser superiores a la simple suma de los compuestos materiales que forman las neuronas y los procesos neuronales que los producen.
La contestación del tomista Néstor Martínez:
"En efecto, el pensamiento es superior a todo lo que pueden realizar las neuronas, y precisamente por eso, las neuronas no son la causa del pensamiento. El que piensa no es el cerebro, sino la inteligencia."
Ahí queda eso.