jueves, 11 de febrero de 2021

Saltándose religiosamente el turno


Desde hace unos días sabemos que algunos obispos y principales de la Iglesia se han saltado los protocolos de vacunación y, utilizando la picaresca, se han colado en el turno para recibir el tan deseado pinchazo que todos queremos para nosotros y para nuestras queridas familias.

Que alcaldes, concejales y políticos hayan decidido traspasar los límites de la moral o la ética no es nada nuevo. En este país estamos acostumbrados a la corrupción de la clase política o de cualquiera que alcance mínimos niveles de poder. Pero de los pastores de la Iglesia, de aquellos que dicen seguir la doctrina de Jesucristo, los que predican el amor, la caridad y el dar la vida por los demás, de éstos no me lo esperaba.  ¿Se imaginan a Jesucristo en esta situación, diciéndoles a los discípulos que sí, que se vayan para Jerusalén que ahora iré yo, y que le pillaran a él y a Pedro poniéndose la vacuna de extranjis? ¿Cómo le iban a creer después aquello de que: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”?

El obispo de Murcia, su secretario personal, el obispo auxiliar, el que fuera arzobispo de Burgos, el canónigo de la Catedral, el obispo de Orihuela-Alicante, el de Mallorca y el de Tenerife se han saltado los protocolos y, aprovechando su cargo y situación para beneficio personal, en un “sálvese quien pueda” se han tirado los primeros a los botes salvavidas de este naufragio en el que nos hundimos todos. Y a los demás que les den.

Mire, yo estoy de acuerdo que personas muy principales como el Papa, presidentes de gobierno, ministros etc.. reciban la vacuna por precaución y por el bien de la sociedad. Pero que obispos, sacerdotes, secretarios etc.. se salten a la torera su turno no me parece de recibo. Toda esta gente ha perdido la credibilidad y debería dimitir en grupo.

La pareja Özlem Türeci y Ugur Sahin, fundadores de Biontech, la primera empresa que está comercializando junto con Pfizer la vacuna de ARN, ha decidido vacunarse cuando les corresponda y así disponga las autoridades sanitarias de Alemania. Un ejemplo, y miren que tienen la vacuna en casa.

Comentando ayer lo sucedido con un amigo me dijo: “mira, aquí sólo te puedes fiar de tu madre”. Y es cierto. Si mi madre o mi padre vieran la necesidad de ceder a un hijo suyo la vacuna, estoy seguro de que lo harían gustosos y sin dudar. Otro amigo, del que no voy a decir el nombre pero que se ha beneficiado de la misma picaresca me dijo: “mira, aquí sálvese quien pueda”. Sí, salvado sí, pero perdiendo toda la credibilidad de lo que tan hipócritamente se predica. Es así.

Mis padres, él con 81 y con 74 años ella, como tanta gente, llevan confinados casi un año. Viven con el miedo a un contagio que, dado su avanzada edad, podría ser definitivo, como está ocurriendo con miles de personas. No pueden ver a sus hijos y nietos, y yo tampoco los podré visistar este verano por la mala gestión de la pandemia. Por eso me repatea, me hierve la sangre y no entiendo que haya quien siga disculpando a esta caterva de políticos, sacerdotes, obispos, secretarios y listillos cuando se saltan los turnos establecidos sin respetar los límites de la moral o de la más mínima ética.

Y tampoco podrán exigir a los demás lo que no predican con el ejemplo. ¿Dónde queda entonces su autoridad moral?


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