martes, 16 de julio de 2019

Camilo



Querido Camilo:

Te escribo este, mi último mensaje, a una dirección imposible. Espero que puedas leerlo. Me retuerzo de rabia y de desesperación al pensar que podíamos haber hablado antes. Deberíamos haber hablado mucho antes. Hace dos semanas que decidiste marcharte y no pasa ni un día ni una noche que no me acuerde de ti. Sigo sin poder aceptar ese último paso que diste en tu vida. Unos me dicen que estabas enfermo y deprimido. Otros que te conocían bien y con quien mantuviste el contacto hasta el último día, me aseguran que no estabas enfermo psíquicamente pero sí muy hundido y decepcionado. No puedo imaginarme tus últimos días, ni tus últimas horas: sólo, sin dinero, sin amigos, y probablemente deambulando desorientado y cabizbajo por tu querida Sevilla. ¡Si lo hubiera sabido habría corrido hasta ti para socorrerte! Te hubiera ofrecido mi ayuda y tú deberías haberla aceptado después de más de treinta años, el tiempo en el que fuiste como un padre para mí. Con tu decisión, o la de la persona que te suplantaba en ese momento, porque no puedo creer que fueras tú, se ha derrumbado uno de los pilares que sustentaba mi vida. No me había dado cuenta hasta el día 2 de julio lo importante que has sido para mí durante tantos y tantos años. El tiempo que hemos pasado hablando de intimidades y de problemas, la gran cantidad de consejos y experiencia que me ha servido en tantas ocasiones para seguir adelante desde que tenía veinte años. Y ahora vas y decides marcharte así: sin avisar y de ese modo tan horrible y triste. Me acuerdo cuando me escribiste tan ilusionado porque te habían nombrado director de Pinatar, un centro de jóvenes, “a mi edad”, decías, y que te podría visitar allí. Después, en uno de tus últimos mensajes, antes de que nos distanciara la vida, me decías:

Bótel:

¿Piensas que no me acuerdo de ti porque no nos escribamos tan a menudo? Pues que sepas que yo te sigo encomendando todos los días, no será fácil que me olvide de ti y los tuyos; hemos vivido muchos momentos muy buenos. Y si pasas momentos difíciles, con más razón rezaré -y reza tu tb- para que sepas superarlos con Fe y con esfuerzo…. TODO SE PUEDE SUPERAR, para Dios no hay nada imposible.

Un abrazo
Camilo

Como sabías, había perdido la fe, pero no dudaba de la tuya y quizás, inconscientemente, me seguía apoyando en ella. ¿Ves como no puedo entenderte y me es tan difícil aceptar tu marcha?

Como ves, no estoy escribiendo un panegírico, ni una elegía. Estoy escribiendo una queja porque no deberías haberte ido así. Mira, cuando recibí el WhatsApp de nuestro querido amigo Juanjo en el que me decía que habías muerto, estaba en el jardín, regando el césped y lo asumí con resignación. Te imaginé vencido por el cáncer, acostado en la cama, con el rosario en la mano y rodeado de tus hermanos espirituales. Rememoré entonces tantos momentos juntos y decidí aceptar la situación de manera pausada y tranquila. Pero a los pocos minutos, me llegó el mensaje en el que me decía que te habías lanzado a las vías del tren. Entonces se abrió un abismo bajo mis pies. Sentí náuseas y un dolor profundo que me llevó a llorar desesperadamente, como el crío que ha perdido a su padre.

Camilo, no te perdono el que te hayas ido así. Algunos, para explicar tu decisión, o intentar explicársela a sí mismos, me contarán que estabas mentalmente enfermo, o que tenías el cerebro infectado con la metástasis de tu maldito cáncer recurrente. Pero nadie me podrá explicar por qué coño estabas sólo en en ese momento, el día 2 de julio a las trece y veinte, cuando decidiste dejarte la vida en las vías entre Sanlúcar y Benacazón.

No puedo entender que, tú, que habías guiado a tantos, no pudieras ayudarte a ti mismo, ni que nadie te pudiera ayudar.

Cuando a los dos días hable con Chino para que me explicara mejor qué había pasado, me dijo que hablara otra vez contigo, como lo hacíamos antes, y que me querías mucho. Y aquí estoy, haciéndolo por escrito y gritando para decirte que no deberías haberte ido así.

Camilo, estoy enfadado, desorientado y totalmente afligido. Me has dejado huérfano, a mí y a tantos. Ahora, si lo tienes a bien, contéstame e intenta arreglar este desaguisado que has organizado.

Un abrazo

Bótel





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