“Cuando considero la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad que la precede y la que le sigue, el pequeño espacio que lleno y cuando, por lo demás, me veo abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran, me aterro y me asombro de verme aquí antes que allá, ya que no hay razón porque esté aquí antes que allá, porque exista ahora más que entonces. ¿Quién me ha puesto aquí? ¿Por orden de quién me han sido destinados este lugar y este tiempo? El silencio de los espacios infinitos me aterra…”
Blaise Pascal
Fue paseando por algún lugar de la costa
mediterránea donde decidí poner por escrito -siempre que el tiempo y mi falta
de constancia lo quisieran permitir-, las reflexiones que me han tenido ocupado
desde hace ya varios años. Es posible que la evolución del pensamiento durante
la vida de un hombre sea análoga a la historia del pensamiento de la humanidad,
con una infancia en la que el raciocinio adormecido espera su despertar
mientras que la mente absorbe experiencias, guiada momentáneamente por directrices
externas. En el madurar de nuestro conocimiento, siempre llega el momento en
que la razón despierta, y ansía entonces desligarse de las explicaciones recibidas
durante la infancia y lanzarse a la tarea de buscar aquellas que la satisfagan
de la mejor manera posible. Siguiendo con nuestra analogía, tras pasar una adolescencia
de preguntas sin respuestas, de dudas y vacilaciones, acaece el momento en el que
la razón intenta encontrar respuestas a esas preguntas, aunque de antemano sepamos
que no existirá garantía de éxito, ni siquiera la certeza de que las
conclusiones a las que llegue sean verdaderas.
¿Por qué existe algo en vez de nada? ¿Es el
Universo autosuficiente o existe un Creador? ¿Es la existencia una entidad
necesaria? ¿Habría sido posible una nada absoluta? ¿Surgió el Universo realmente
de la nada? ¿Ha tenido un principio? ¿Tendrá un final? ¿Cuál es el sentido de
nuestras vidas? ¿Tiene sentido un Universo sin mente en el que los únicos seres
existentes (mientras no se demuestre lo contrario) con capacidad para pensarlo
seamos nosotros? ¿Cómo ha surgido la vida? ¿Puede la evolución explicar la
biodiversidad existente en el planeta? ¿Puede ser la inteligencia también producto
de la evolución o es una prueba de la existencia del alma? Si Dios existe,
¿tenemos pruebas convincentes de su existencia?
Estas son las cuestiones que todo hombre que presuma
de sentido común y de poseer un mínimo de inteligencia debería de plantearse
alguna vez en su vida. Que encuentre o no respuestas es otro cantar, pero
deberá sentir la urgencia de intentar poner todo su empeño en resolverlas. No
ha sido otra la finalidad de la filosofía y de la ciencia desde que el hombre
empezó a pensar y no será otra la finalidad de esta pequeña obra. No se
encuentra entre mis planes el conducirles de la mano en un viaje a través de la
historia de la filosofía y las religiones en la búsqueda sobre los orígenes y
el propósito de la existencia. Existen muchas y excelentes obras capaces de
cumplir ese cometido. Además, debido a mi mediocre manera de pensar que, aunque
moderadamente analítica quizás peque de ser demasiado sintética, suelo lanzarme
de lleno al núcleo central de las cuestiones, evitando rodeos innecesarios que pienso
podrían desviar mi atención del problema principal. Así que voy a sucumbir una
vez más ante los defectos de mi pensamiento y, aunque sin abandonar la
rigurosidad que estos temas merecen, me dejaré llevar otra vez por esa
incorregible tendencia a simplificar los problemas en la búsqueda que ahora
inicio. No seré tan presuntuoso para afirmar que las respuestas a las que
llegue sean verdaderas, ni tan siquiera definitivas, pero no veo otra manera de
hacer justicia a las capacidades que Dios o la naturaleza me ha concedido que
el intentarlo con todas mis fuerzas.
No somos dueños de las circunstancias que nos
abocaron a la existencia y probablemente tampoco de aquellas que determinarán
el futuro lejano y que acontezca tras nuestra desaparición, pero si hay algo
que el hombre puede hacer antes de que forzosamente acabe su corta estancia en
este mundo es poner todo el empeño y lanzarse a encontrar una explicación satisfactoria
a esos, de momento, insondables misterios. Además de esa búsqueda, deberá hacer
uso de esa otra capacidad posibilitada por la razón y que, pienso, nos
caracteriza mejor que la simple posesión de inteligencia. Me refiero a la posibilidad
que tiene el hombre de amar y de ayudar a sus acompañantes en este corto viaje.
Estoy convencido de que sólo así podrá el hombre desaparecer para siempre,
dormirse en el seno de materia y energía que posibilitó su existencia o
despertarse en el paraíso prometido por las religiones, con la conciencia de
haber otorgado la máxima dignidad posible a su fútil existencia.
Al final lo importante es el amor!!!! Estoy contigo :-) concha
ResponderEliminarPues sí, Concha, es lo más importante. Nuestras capacidades intelectuales pueden estar limitadas pero para amar no es necesario ser muy listo. Es más, me atrevería a decir que a menudo se ve asomar mas "amor" en personas que no están excesivamente dotadas intelectualmente.
ResponderEliminarMe alegro de poder volver a leerte. Miraba a menudo para ver si habías escrito algo y hoy por fin... Gracias. Estoy de acuerdo con vosotros. Es más, el que no ama pienso que es tonto de capirote, no sabe lo que se pierde.
ResponderEliminarUna cuestión que siempre me he planteado. Si existiesen otros mundos ¿sus habitantes seguirían el plan de Dios? Si no es así, ¿se habría encarnado Dios también y muerto para salvarlos? Es algo que no sabremos nunca o en todo caso en la otra vida pero que me encantaría saber.
Hola María. Circunstancias diversas (y tristes) han impedido que siga actulaizando el blog regularmente. Sigo escribiendo pero "en privado". Lo que sale aquí últimamente son parte de lo que pretendo se convierta en un pequeño librito de reflexiones. Y siento decirte que si no puedo contestar a las preguntas que me planteo de momento, mucho menos pordré hacerlo con las tuyas. Pero si jugamos a hacer teología para extraterrestres mi opinión es que Dios no habrá necesitado encarnarse si esos seres no han pecado. Pero si no han pecado el orden en el que se mueven no puede ser el mismo que el nuestro ya que nosotros fuímos expulsados del paraíso. Como ves se puede jugar a hacer teología pero tu pregunta me recuerda algo, desde mi punto de vista, mucho más interesante y es la dificultad de encajar la historia del pecado original con la evolución de los seres vivos y del hombre. Pero esto dará para otra entrada. Saludos
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