miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Mejor no haber nacido?


Ayer, en una conversación con un familiar muy querido y hablando sobre los niños y las dificultades y preocupaciones que conlleva su crianza y educación, me preguntaba si dada la condición miserable de este mundo no hubiera sido mejor el no haberlos concebido. Pensaba que, de esta manera, podría haberles ahorrado la confrontación con la violencia, el egoísmo, el estrés, los peligros de las drogas, la enfermedad, la maldad humana, el dolor y el sinfín de circunstancias de un futuro incierto que, en la mayoría de los casos, cuando menos, podrían conducir a la infelicidad. Me preguntaba esto hace tiempo y ya le dediqué una entrada en el blog (El dolor de los niños)

Creo que una de las cosas que más tememos los hombres que no vamos de héroes por la vida es el miedo al sufrimiento moral o físico y que, llevándolo al extremo, acaba siendo en definitiva el temor a la muerte, es decir, al dejar de existir. Evitando de momento consideraciones de tipo espiritual a las que volveremos más adelante, tenemos que reconocer que nuestra existencia está amarrada irremediablemente a la realidad de este mundo y, por tanto, expuesta al mal derivado de las acciones de otros hombres o al de la naturaleza misma.

El sufrimiento está íntimamente ligado a nuestro ser. Compartimos con otras criaturas la capacidad de sentir dolor, pero se nos pasa por alto con frecuencia que este es, en realidad, un mecanismo de defensa que la naturaleza nos ha regalado con el fin de asegurar nuestra supervivencia. Si no sintiésemos dolor nuestro organismo no podría saber lo que nos perjudica, en nuestro cerebro no existiría el concepto de daño y se haría así imposible evitar situaciones peligrosas que pudieran provocar una lesión. La analgesia, la capacidad de no sentir dolor, no es por tanto una ventaja sino una enfermedad.

Ligada a nuestra naturaleza animal se encuentra también la enfermedad. La enfermedad existe en la naturaleza como parte integral de la vida, del proceso biológico, y puede ocurrir debido a interacciones medioambientales y sociales. La enfermedad es la alteración de la armonía de un sistema (salud). Esta posibilidad de alteración de un sistema armónico es la consecuencia lógica e inevitable, necesaria e íntimamente ligada a la emergencia de la vida.

Un sistema organizado no es posible si no es posible su desorganización. Y en el ensamblaje de esa estructura vital que es nuestro cuerpo, también se pueden producir fallos y errores. La posibilidad de que se den esos “errores” ha sido en parte la base de nuestra evolución y la flexibilidad en el desarrollo evolutivo que ha posibilitado la gran variedad de formas de vida conlleva necesariamente la posibilidad del error (por mucho que les pique a los creacionistas).

Es la otra cara de la moneda, la que no nos gusta pero que a la vez que combatimos tenemos que aceptar resignadamente.

Hay un ejemplo esclarecedor de esa fatídica moneda de dos caras y es la respiración aeróbica. Los animales utilizamos el oxígeno en la respiración para producir energía pero a la vez, ese mismo oxígeno y sus derivados, son el responsable de la oxidación irremediable de lípidos, proteínas y ácidos nucleicos. El mismo oxígeno que necesitamos para vivir acaba envejeciéndonos y es, a la postre, nuestro verdugo.

No es posible, por tanto, ese lugar cantado y deseado por Duncan dhu “donde no queme el sol y al nacer… no haya que morir”.

El otro sufrimiento, el moral, sólo pertenece al hombre y es consecuencia de la posesión de una conciencia, en definitiva, de la capacidad intelectual. Es otra moneda con una maldita cara fatídica. Si sabemos quienes somos también sabemos que moriremos. El animal no lo sabe.

Blaise Pascal escribió:

El hombre es una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarlo: un vapor, una gota de agua, bastan para matarle. Pero, aunque el universo le aplastara, el hombre sería todavía más noble que el que lo mata, porque sabe que muere, el universo no sabe nada de la ventaja que tiene sobre él. Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento. (...) Trabajamos, pues, para pensar bien: he aquí el principio de la moral.

Aclarado este punto y sabiendo que la enfermedad y el sufrimiento moral o psíquico es algo que necesariamente acompaña a nuestra naturaleza y que son consecuencias inevitables de la misma que sólo nos queda aceptar acaso apretando los dientes, no hace falta ser muy listo para formularse la siguiente pregunta:

¿Merece la pena el haber sido concebido, el que alguien nos haya empujado al escenario de este teatro donde se representa la tragicomedia (para muchos más tragedia que comedia) de la vida?

Las convicciones religiosas y la creencia y esperanza en una vida eterna pueden ayudar a superar las dificultades que hacen penoso nuestro viaje, pero no veo que sea la respuesta adecuada para todo el mundo. De hecho, si la vida eterna fuera una evidencia, no existiría en nosotros el temor -que hasta los más devotos católicos pueden sentir- de ver venir a la Parca.

Supongo que la respuesta variará según la persona, su carácter, historia y circunstancias.

Pero de eso hablaremos otro día.

10 comentarios:

  1. ¡Qué coincidencia con la entrada del Barullo!

    Muy currada la tuya, que me ha encantado.

    A mi me chirría mucho el dolor de los inocentes y Dios como Padre providente. Mucho es mucho.

    El problema, como señalas, es que nos hacemos preguntas.Es jodido hacerse preguntas.

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  2. A mi también me chirría, Suso, a mi también.

    Si creo en Dios no tengo más narices que aceptar la doctrina sobre el misterio del mal que nos enseñaron, es decir, como consecuencia de la caída original (enfermedades, accidentes) y la libertad del hombre (el mal causado a conciencia).

    Pero si esto es así, tendré que admitir que Dios no puede normalmente evitar el sufrimiento, que tiene las manos atadas y los responsables del berenjenal en el que estamos metidos somos sólo nosotros.

    Si decimos que Dios puede algunas veces evitar ese sufrimiento, sobre todo cuando se le reza, surge de inmediato la pregunta de por qué no lo hace espontáneamente cuando un niño inocente se encuentre en esa tesitura.

    No sé si Dios actúa de manera extraordinaria pero, si lo hace, no entiendo la distinciones o particularidades de por qué con este sí y con este otro no.
    Por eso me resulta muy difícil creer en los milagros y prefiero pensar que Dios tiene en esto las manos atadas. Lo que no puedo concebir es que lo haga habitualmente, como algunos piensan, para encontrarle un bolso a una señora con piso en Serranos, o un aparcamiento al estudiante universitario con prisas mientras que un niño sufre intensísimos dolores provocados por un cáncer o es torturado por una madre perturbada que le deja morir de hambre o de sed.

    También es posible que esta doctrina del mal esté equivocada y que exista una razón misteriosa por la que Dios no pueda aliviarnos de nuestros sufrimientos.

    Al ver que este Dios en el que creemos pudiendo aliviarnos permite el sufrimiento, es muy fácil utilizar esa “falta de consideración divina” hacia nosotros como argumento para dejar de creer en El, pero eso está también muy visto.

    Sinceramente, Suso: yo no sé la respuesta.

    Perdona por el rollo pero es que vengo de pasar un fin de semana en una abadía benedictina y vengo como que muy subido de pensamientos meditativos.... :-)

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  3. Por otro lado, según está relatado, la gente llevaba a Jesús a los enfermos para que los curara y, según dicen, los cojos volvían a andar, los leprosos sanaban y los ciegos volvían a ver...

    La verdad es que no lo sé.

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  4. Buena entrada: rezuma misercordia y conmiseración por el hombre y me produce cierta melancolía...De nuevo, gracias por contar tus dudas y de forma amena.

    Un saludo

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  5. ¡Hola Pedro!
    ¿Cómo te va? Hace tiempo que no sé de ti. A ver si hablamos un día.

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  6. Hay una imagen de una película ("Encontrarás dragones") que creo que es muy expresiva: una mujer está haciendo un bordado, y lo que acierta a ver el chico solo es la parte de atrás... le es absolutamente imposible adivinar ningún dibujo en esa maraña de hilos y nudos cruzados; al darle la vuelta se ve una flor, una rosa bordada primorosamente.... solo cuando estemos cara a cara con Dios Padre, todo adquirirá sentido.

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  7. Es mejor nacer en paises libres , democraticos y cristianos...fuera hace frio y la gente es mala de cojones

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  8. Una pequeña apreciación. La canción no es de gabinete caligari, sino de Duncan dhu.

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