miércoles, 12 de febrero de 2014

¿Por qué?




“Cuando considero la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad que la precede y la que le sigue, el pequeño espacio que lleno y cuando, por lo demás, me veo abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran, me aterro y me asombro de verme aquí antes que allá, ya que no hay razón porque esté aquí antes que allá, porque exista ahora más que entonces. ¿Quién me ha puesto aquí? ¿Por orden de quién me han sido destinados este lugar y este tiempo? El silencio de los espacios infinitos me aterra…”  
Blaise Pascal
                                                                                                                                                                       
Fue paseando por algún lugar de la costa mediterránea donde decidí poner por escrito -siempre que el tiempo y mi falta de constancia lo quisieran permitir-, las reflexiones que me han tenido ocupado desde hace ya varios años. Es posible que la evolución del pensamiento durante la vida de un hombre sea análoga a la historia del pensamiento de la humanidad, con una infancia en la que el raciocinio adormecido espera su despertar mientras que la mente absorbe experiencias, guiada momentáneamente por directrices externas. En el madurar de nuestro conocimiento, siempre llega el momento en que la razón despierta, y ansía entonces desligarse de las explicaciones recibidas durante la infancia y lanzarse a la tarea de buscar aquellas que la satisfagan de la mejor manera posible. Siguiendo con nuestra analogía, tras pasar una adolescencia de preguntas sin respuestas, de dudas y vacilaciones, acaece el momento en el que la razón intenta encontrar respuestas a esas preguntas, aunque de antemano sepamos que no existirá garantía de éxito, ni siquiera la certeza de que las conclusiones a las que llegue sean verdaderas.

¿Por qué existe algo en vez de nada? ¿Es el Universo autosuficiente o existe un Creador? ¿Es la existencia una entidad necesaria? ¿Habría sido posible una nada absoluta? ¿Surgió el Universo realmente de la nada? ¿Ha tenido un principio? ¿Tendrá un final? ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas? ¿Tiene sentido un Universo sin mente en el que los únicos seres existentes (mientras no se demuestre lo contrario) con capacidad para pensarlo seamos nosotros? ¿Cómo ha surgido la vida? ¿Puede la evolución explicar la biodiversidad existente en el planeta? ¿Puede ser la inteligencia también producto de la evolución o es una prueba de la existencia del alma? Si Dios existe, ¿tenemos pruebas convincentes de su existencia? 

Estas son las cuestiones que todo hombre que presuma de sentido común y de poseer un mínimo de inteligencia debería de plantearse alguna vez en su vida. Que encuentre o no respuestas es otro cantar, pero deberá sentir la urgencia de intentar poner todo su empeño en resolverlas. No ha sido otra la finalidad de la filosofía y de la ciencia desde que el hombre empezó a pensar y no será otra la finalidad de esta pequeña obra. No se encuentra entre mis planes el conducirles de la mano en un viaje a través de la historia de la filosofía y las religiones en la búsqueda sobre los orígenes y el propósito de la existencia. Existen muchas y excelentes obras capaces de cumplir ese cometido. Además, debido a mi mediocre manera de pensar que, aunque moderadamente analítica quizás peque de ser demasiado sintética, suelo lanzarme de lleno al núcleo central de las cuestiones, evitando rodeos innecesarios que pienso podrían desviar mi atención del problema principal. Así que voy a sucumbir una vez más ante los defectos de mi pensamiento y, aunque sin abandonar la rigurosidad que estos temas merecen, me dejaré llevar otra vez por esa incorregible tendencia a simplificar los problemas en la búsqueda que ahora inicio. No seré tan presuntuoso para afirmar que las respuestas a las que llegue sean verdaderas, ni tan siquiera definitivas, pero no veo otra manera de hacer justicia a las capacidades que Dios o la naturaleza me ha concedido que el intentarlo con todas mis fuerzas. 

No somos dueños de las circunstancias que nos abocaron a la existencia y probablemente tampoco de aquellas que determinarán el futuro lejano y que acontezca tras nuestra desaparición, pero si hay algo que el hombre puede hacer antes de que forzosamente acabe su corta estancia en este mundo es poner todo el empeño y lanzarse a encontrar una explicación satisfactoria a esos, de momento, insondables misterios. Además de esa búsqueda, deberá hacer uso de esa otra capacidad posibilitada por la razón y que, pienso, nos caracteriza mejor que la simple posesión de inteligencia. Me refiero a la posibilidad que tiene el hombre de amar y de ayudar a sus acompañantes en este corto viaje. Estoy convencido de que sólo así podrá el hombre desaparecer para siempre, dormirse en el seno de materia y energía que posibilitó su existencia o despertarse en el paraíso prometido por las religiones, con la conciencia de haber otorgado la máxima dignidad posible a su fútil existencia.

4 comentarios:

  1. Al final lo importante es el amor!!!! Estoy contigo :-) concha

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  2. Pues sí, Concha, es lo más importante. Nuestras capacidades intelectuales pueden estar limitadas pero para amar no es necesario ser muy listo. Es más, me atrevería a decir que a menudo se ve asomar mas "amor" en personas que no están excesivamente dotadas intelectualmente.

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  3. Me alegro de poder volver a leerte. Miraba a menudo para ver si habías escrito algo y hoy por fin... Gracias. Estoy de acuerdo con vosotros. Es más, el que no ama pienso que es tonto de capirote, no sabe lo que se pierde.
    Una cuestión que siempre me he planteado. Si existiesen otros mundos ¿sus habitantes seguirían el plan de Dios? Si no es así, ¿se habría encarnado Dios también y muerto para salvarlos? Es algo que no sabremos nunca o en todo caso en la otra vida pero que me encantaría saber.

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  4. Hola María. Circunstancias diversas (y tristes) han impedido que siga actulaizando el blog regularmente. Sigo escribiendo pero "en privado". Lo que sale aquí últimamente son parte de lo que pretendo se convierta en un pequeño librito de reflexiones. Y siento decirte que si no puedo contestar a las preguntas que me planteo de momento, mucho menos pordré hacerlo con las tuyas. Pero si jugamos a hacer teología para extraterrestres mi opinión es que Dios no habrá necesitado encarnarse si esos seres no han pecado. Pero si no han pecado el orden en el que se mueven no puede ser el mismo que el nuestro ya que nosotros fuímos expulsados del paraíso. Como ves se puede jugar a hacer teología pero tu pregunta me recuerda algo, desde mi punto de vista, mucho más interesante y es la dificultad de encajar la historia del pecado original con la evolución de los seres vivos y del hombre. Pero esto dará para otra entrada. Saludos

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