jueves, 20 de noviembre de 2008

El gimnasio (III y fin)

En este gimnasio hay dos saunas y baño turco y este área es… zona mixta. A este apartado erótico-festivo accede cada poseedor del sexo contrario desde sus vestuarios, que sí se encuentran separados. Ahí nos juntamos hombres y mujeres a sudar la marrana después de haber sudado otro tanto sobre las máquinas saca-bola. No sé si en España esto de la sauna revolicá-pa’ tos juntos es normal. Aquí, en Alemania es lo más normal del mundo. Cuando aquel día volví a casa con los ojos como platos contándole a mi mujer lo que había visto me dijo que no le diera demasiada importancia, que era lo normal. Lo dicho, aquí en centro Europa el hecho de verle las milongas sentimentales a la señora que diez minutos antes has tenido al lado levantando pesas y haciendo ejercicio sobre las elípticas es de lo más normal. De hecho es fácil que se te clasifique de perverso viejo verde anticuado y retrógrado si eres de la opinión contraria. Así que me dispuse a cambiar mi esquema español y darle una colleja a mi pudor herido nada más se dispusiera a soltarme eso de que revueltos sólo los huevos y para desayunar. Aquel día, después de hacer mi programa de ejercicios y correr durante media hora enfrente de diez paneles de televisión de los cuales ocho emiten continuamente programas donde mujeres –siempre son ellas- aparecen cantando, o actuando, o vendiendo niveas, o son la carnaza en programas donde se eligen los mejores culos y las mejores tetas, siempre mostrando mucho más de lo que se atreverían a hacer delante de sus madres, me dispuse a relajarme un poco y a amortizar los cincuenta euros que pago mensualmente. La sauna estaba vacía, situación ideal para las personas como yo, llenas de complejos. Le di la vuelta a uno de los relojillos de arena que controla el tiempo de cocción y extendí mi toalla en un rinconcillo de la habitación, donde un hilo musical dejaba escuchar tonos de pajarillos exóticos que, de estar allí metidos todo ese tiempo, habrían perdido con seguridad la alegría que reflejaban sus trinos, convertidos éstos en estertores agónicos a los cinco minutos de ese antinatural baño de calor. A los cinco minutos entraron dos armarios alemanes, blancos como la leche y se sentaron al otro lado. Y a los diez apareció la sujeta. Entró despelotá, pornográfica, con las cantimploras bailándole de un lado a otro y destilando una seguridad en si misma envidiable. Nos saludó a todos, avivó los vapores que emanaban las piedras y… se sentó a mi lado. Tengo que decir que los más de ochenta grados, los agobios agónicos que le entran a uno y la tenue iluminación de la sauna evitaron que otros pajarillos aparte de los digitales -que continuaban con sus trinos, insensibles al calor- se pusieran tontos y dieran el cante. No, es absolutamente imposible, te lo digo yo. Es que, a esas temperaturas te da igual que fuera la mismísima Heidi Klum la que se sentara a tu vera y te guiñara un ojo. Bueno, a ésta siempre la acompaña un negraco de espanto o sea, que te quedarías igual de impasible por si acaso. A lo que iba, al poco tiempo, y antes de que el reloj me marcara los quince minutos de rigor, salí como un poseso buscando una bocanada de aire fresco y la ducha. Los alemanes detrás de mí. Y eso de que aquí todo el mundo está acostumbrado al destape mixto nada de nada. El que una jamelga te muestre sus poderíos y tú te muevas retrocediendo escondiendo tus defectos no es normal ni siquiera en Alemania, lo sé porque ya en la ducha, los armarios made in Germany, se dedicaron todo el tiempo a comentar como perversos viejos verdes anticuados y retrógrados lo que nuestros ojos habían contemplado entre trinos de pájaros de metal a más de ochenta grados Celsius de temperatura.

La foto es broma, el caso real y se puede encontrar en intenné. Un tío se metió a la sauna antes de irse a la cama pero depués de haberse bebido casi medio litro de coñac francés. El tipo explotó y se incendió con el resultado trágico de muerte. Muerte en la sauna. ¡Es que hay gente que no tiene cabeza pa´na!

2 comentarios:

  1. A mi lo del baño turco me encanta: es la parte del gimnasio que mejor he practicado. La sauna me muero: tengo la tensión superbaja.

    Pero yo siempre he ido a gimnasios donde los tíos tienen una parte y las mujeres otras. Por ahí sí que no paso.

    No entiendo lo de desnudarse delante de un tío que no es tu marido, la verdad. Es que no lo puedo entender. No es sólo un tema de pudor, es como de estética y hasta comodidad personal.

    Me he reído mucho, a pesar de todo. Jose A. : creo que si vas unas 200 veces más... te acostumbrarás... o no, tengo mis dudas. Los latinos somos muy latinos.

    Hace 2 años en vacaciones estaba con mi prima y su marido y las niñas en una playa en Asturias. Fresquito, o sea, como que apetecía casi jersey.

    Pues nada: una tipa paseando en topless que daban ganas de ponerla un chandal. Pasa a nuestro lado y dice mi sobrina Carlota a su padre: "papá, no mires".Nos entró la risa a todos, Agustín rojo como un tomate: no miraba, pero la tía pasaba al lado, es que tenía que estar ciego para no verla o meterse en un hoyo como un avestruz.

    Al volver a pasar a nuestro lado otra vez... va la tía y se tapa: había oído a la niña. O sea, no te tapas en general y te tapas porque se supone que un tipo te mira - te ve? pero qué pretenden algunas?

    De verdad. Yo entiendo el topless en playa paradisiaca, sóla tú y marido, tu novio -en fin, no voy a especificar- al lado y ya.

    Pero ir en plan familiar a una playa y estar con tu primo, tu cuñado, tu sobrino, tu hermano (sólo imaginar que me viera mi hermano desnuda me muero!) y 400 o 20 desconocidos viéndote desnuda es que no lo puedo entender.

    No te cuento lo de la sauna: incomprensible. Y con perdón, para mí como tía, el remedio de la lujuria.

    ResponderEliminar
  2. Soy de tu opinión, Master. Se vé que bebimos de las mismas fuentes.

    ResponderEliminar