lunes, 31 de marzo de 2008

La máquina del tiempo

Al volver el otro día después de unas cortas vacaciones desde mi España querida a mi Alemania obligada (espero que no me lea mi mujer y que si lo hace me entienda) y dado que la revista en el avión de airberlin que me transportaba no me interesaba en absoluto, dejé mi mente suelta un rato aprovechando que mis hijos leían un tebeo que les había comprado en el “duty free” del aeropuerto y del que pagué el correspondiente y obligado impuesto. Me hice la siguiente pregunta: si estuvieras en posesión de una máquina del tiempo que pudieras manejar a tu antojo, eligiendo el lugar y el momento exacto donde transportarte y asumiendo que sólo puedes ser un mero espectador, que no puedes influir en la historia y que sólo se te permite “viajar” una vez ¿qué harías? ¿a quién te gustaría conocer? ¿qué momento histórico te gustaría vivir?

He preguntado esto después a algunos amigos y de las respuestas he deducido que se puede saber mucho de lo “íntimo profundo pelsonal de lo de dentro de las pelsonas humanas”, de lo que nos preocupa y de lo que nos obsesiona.

Hay gente que se transportaría a una isla desierta del caribe a donde hubiera llegado alguna guapa chachi indígena extraviada y en una época donde no existieran los móviles ni internet ni na de na y se hubiera quedado allí “pa tos los siempres de los siempres etelnos, amén”. Hay otros que se hubieran perdido en la misma isla absolutamente solos, pero con móvil e intenné. Algunos hubieran querido conocer personalmente a Colón y haber viajado en una de sus carabelas a descubrir América. Otros haber ido a la Luna con Neil Armstrong o haberse dado una vuelta en el Apolo XIII y oír la famosa frase de: ”Huston, tenemos un problema”. O haber presenciado en directo el gol de Zarra en Río de Janeiro en el mundial de Brasil de 1950 contra Inglaterra y con el que llegamos a semifinales por única vez en la historia de nuestro sufriente fútbol nacional.

No sé a tí, pero a un servidor le hubiera gustado estar dentro de una gruta excavada en roca en las afueras de Jerusalén en el siglo I exactamente al tercer día del injusto ajusticiamiento de un hombre llamado Jesús de Nazaret. Y me hubiera gustado estar allí para ver lo que pasó en ese momento, porque lo que allí se dice que ocurrió es el hecho que ha influido en las vidas de muchísimas más personas de lo que lo haya hecho cualquier otro evento en el ámbito social, científico o cultural en la historia de la humanidad. Me imagino que se me habrían puesto los pelos como escarpias y hubiera tenido que ir luego a comprar calzones limpios en algún puesto del mercado de la época. No sé que más hubiera hecho, lo que sé seguro es que no hubiera vuelto a nuestro tiempo; me hubiera unido a ese grupo de locos que empezaron a decirle a todo el mundo que ese hombre vivía de nuevo y, probablemente, dada mi naturaleza gusanil, no hubiera tenido los cojones de dejarme matar y hubiera salido por piernas antes de insistir en la locura que proclamaban aquellos tipos, aunque la supiera verdadera.

Lo que hoy sabemos, en el siglo XXI, es que hubo otros que sí se dejaron matar por insistir en algo que dicen que vieron y que, a no ser por locura... nadie muere por defender algo que sabe que es mentira.

¿Dónde te hubiera gustado estar y a quién te hubiera gustado conocer?


Por cierto... esto es lo que descubrió aquel que se fue a la isla desierta cuando ya había tirado los mandos de la maquina del tiempo al mar y la bella indígena se dio la vuelta.


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