lunes, 2 de febrero de 2015

El Universo y la nada (II)

La controversia sobre la generación espontánea o abiogénesis, es decir, la pregunta sobre si la vida podía generarse a partir de elementos inanimados, se remonta hasta Aristóteles quien propuso la existencia de una fuerza gobernadora de este proceso. En 1665, Franchesco Redi demostró que los gusanos que surgían en la carne cruda provenían de las moscas, y si la carne se mantenía herméticamente cerrada se evitaba la aparición de estas larvas. El tema era más difícil de abordar a nivel microscópico. El italiano Lazzaro Spallanzani (1729-1799) fue quien comenzó con los experimentos encaminados a demostrar que los microorganismos, y por tanto la putrefacción, no aparecían espontáneamente en un caldo de carne que hubiera sido hervido y cerrado herméticamente. Pero fue Louis Pasteur (1822–1895) quien de definitivamente demostró que la vida no surgía de la materia inanimada de manera espontánea. Para esto utilizó unos recipientes de cristal con un cuello en serpentina y sellados con un algodón que impedía el paso de bacterias o esporas una vez esterilizado su contenido. Este experimento puso fin a la idea de la abiogénesis y nunca más se dudó de si era posible la generación espontánea de materia viva desde materia inerte. 

El mediático físico teórico Lawrence Krauss especializado en cosmología y en física de partículas ha escrito recientemente un libro titulado A Universe from Nothing, que recoge y extiende básicamente el tema de una conferencia pronunciada en el año 2009 en el congreso de la Alianza Atea Internacional en Burbank (California) y que rápidamente consiguió casi un millón de visitas en la red. Krauss sostiene literalmente que el Universo apareció de la nada. La conferencia, como el libro, causó un gran revuelo en foros científicos, filosóficos y religiosos, tanto que Krauss se vio obligado a aclarar en entrevistas y ediciones posteriores que el concepto científico de nada al que se refería no tiene que ver con el uso vulgar de la palabra (la nada absoluta) a la que los filósofos y las personas de a pie estamos acostumbrados y que, según él, no tiene sentido. 

El Universo, según Krauss, pudo surgir espontáneamente de una fluctuación cuántica aleatoria en una especie de vacío cuántico primordial. Este concepto de fluctuación del vacío cuántico deriva del principio de incertidumbre de Werner Heisenberg y se define como un cambio temporal en la cantidad de energía en un punto determinado del espacio que daría lugar a la aparición de partículas virtuales, algo que se ha podido demostrar como cierto en laboratorios de todo el mundo (efecto Casimir). Pero resulta entonces que la “nada científica” de Krauss es una nada bastante llena si no de materia, por lo menos, de toda la maquinaria de la teoría del campo cuántico que debería estar en funcionamiento para producir dicha fluctuación incluyendo espacio, tiempo y energía. 

Confrontado con esta objeción Krauss distingue tres tipos o niveles de “nada”. Un primer nivel en el que espacio y el tiempo existirían con ausencia de todo lo demás. Es esta la situación dónde se produce la generación de partículas virtuales en nuestro universo, modelo que se ha tomado como ejemplo para dar una explicación posible al Big Bang. Un segundo nivel de nada es aquel dónde ni espacio ni tiempo estarían presentes y sólo las leyes de la naturaleza posibilitarían la aparición de lo existente. Y, en tercer lugar, la nada absoluta, dónde nada ni siquiera esas leyes de la física existirían. Me imagino las dificultades de Krauss para explicar cómo pueda generarse algo de la nada. Sólo tiene una salida que, además, deberá compartir con los defensores de la teoría de las cuerdas a la que tanto ha criticado: el que existan otras dimensiones o universos paralelos con su espacio y tiempo particular, en los que podría desarrollarse incluso leyes naturales distintas a la de los demás. 

Este es, desde mi punto de vista, uno de los temas más interesantes de la rama de la astrofísica moderna y que se encuentra representada mayoritariamente, por lo menos en su parte mediática, por Lawrence Krauss, Stephen Hawkings, Michio Kaku y Brian Greene. En principio, no parece tan descabellado el negar la existencia de la nada absoluta, la ausencia de todo, ya que para la ciencia es un concepto imposible.

Aunque para algunos el concepto de nada absoluta pueda ser absurdo y acientífico, paradójicamente parecen recurrir a él para arrinconar la otra posibilidad: la de la existencia de un Creador. Desde mi punto de vista, la solución más fácil para un ateo sería la hipotética existencia de una materia o energía, en forma de multiversos o un vacío cuántico eterno. Por otra parte, si asumimos que el Universo surgió de la nada, tendremos que hacer frente a la máxima “de la nada nada sale” e intentar explicar científicamente cómo esto puede ocurrir. Asumir la generación espontánea desde la nada del Universo es ponerse a los pies de los caballos de aquellos que utilizan el argumento cosmológico de Kalam y sus derivados que postulan que todo lo que tiene un comienzo debe tener una causa y que presuponen, sin motivo alguno y cayendo en una flagrante petición de principio, que el Universo surgió de la nada más absoluta y oscura.

No podemos deducir por la existencia del Big Bang, a partir de cual comenzó a expandirse el Universo, que antes de este evento nada existiera. Paradójicamente, los científicos empeñados en convencernos de que no había nada antes de este evento nos hacen preguntarnos por la naturaleza de esos campos en cuyo seno se produjo la singularidad del Big Bang. ¿Es autosuficiente ese magma de energías y de campos responsable del origen del Cosmos? Creo que estamos muy lejos de poder contestar a esta pregunta, pero en principio, la hipótesis de la existencia de un vacío cuántico eterno, poseedor de la menor energía posible, compuesto de ondas electromagnéticas y de las leyes físicas que las hacen fluctuar, no parece violar ley alguna de la lógica.

Ante esta disyuntiva, ¿qué es más lógico y razonable, pensar en un vacío cuántico, impersonal, eterno y mutable, donde partículas saltan dentro y fuera de la existencia en un proceso que podemos incluso observar, o suponer la existencia de un ser personal, eterno e inmutable de quien no tenemos ninguna pista?

Entiendo el que nos cueste imaginar un vacío cuántico eterno, sin causa, pero ¿por qué nos parece más fácil imaginar la existencia de un Ser personal con las mismas características? Probablemente porque nuestra mente está acostumbrada a encontrar causas, y es más fácil imaginar un agente personal detrás de todo lo que existe, aunque no podamos explicar su procedencia y naturaleza, que el aceptar la eternidad de una existencia impersonal.






2 comentarios:

  1. Lo cierto José A. es que la nada absoluta no tiene sentido fuera del concepto filosófico o metafísico, pero es que tampoco disponemos de pruebas, ni siquiera indicios, de que exista, haya existido o pueda llegar a existir. Así que yo entre lo improbable, o no tanto como vamos conociendo, de una existencia perpétua y mutable que pare universos o la imposible y contradictoria, imposible por la definición y atributos que le otorgan sus creyentes, existencia de un ser supremo sobrenatural y personal, lo tengo muy claro.

    Saludos.

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    1. Hola Renzo, saludos y me alegro de verte por aquí.
      Dentro de poco empezaremos a analizar las pistas que dicen que tenemos de un Creador. Iremos tras las huellas de Dios. A ver que encontramos.

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