jueves, 29 de enero de 2015

El Universo y la nada (I)

La siguiente dicotomía es frecuentemente utilizada por la filosofía para intentar entender la naturaleza del Universo: 

1) El Universo es autosuficiente
2) El Universo no es autosuficiente y, por tanto, debe existir algo que explique su existencia

La autosuficiencia implica independencia de cualquier agente causal. En este caso, el Universo debería haberse generado de manera espontánea de la nada o haber existido desde siempre. Sobre si tendrá un final o no, no hay manera de que podamos saberlo. Podría desaparecer igual como apareció, o una vez generado no dejar de existir. Estas son las posibilidades y ni la lógica ni la experiencia parecen encontrar de momento solución a esas preguntas. Pero ¿no opinan la mayoría de los científicos hoy que el Big Bang marca el principio de nuestro Universo y del tiempo? ¿No es lógico pensar que si el Universo hubiera existido desde siempre el carburante de las estrellas ya hace tiempo que se habría agotado y que junto a la expansión de los objetos celestes detectada por los científicos no podría ser éste más que un lugar oscuro e inhóspito en el que hubiera sido imposible la aparición de la vida?

La cosmología, es decir, el estudio del cosmos desde un punto estrictamente científico no comenzó hasta mediados del siglo XVI, cuando Copérnico publicó su teoría sobre el movimiento de las esferas celestiales. Hasta entonces, por lo menos en occidente, se seguía el modelo geocéntrico aristotélico donde la tierra se encontraba en el centro de un Universo finito. Las consideraciones sobre la finitud o infinitud del Universo no podían ser científicas y se limitaban a reflexiones religiosas o filosóficas desde Aristóteles hasta Kant. Entre ellas cabe destacar las de S. Tomás de Aquino, al que hemos mencionado más de una vez, quien admitía la posibilidad de un Universo eterno pero que en ningún modo podría ser autosuficiente. Creía así salir al paso de los que afirmaban que la existencia de un Universo eterno excluía la necesidad de un Creador. El argumento de S. Tomás tiene su raíz en los conceptos básicos sobe la que se construye su Metafísica y que básicamente se resumen en los de potencia, acto, contingencia y necesidad. 

Fue el científico belga Georges Lemaître quien propuso en 1927, utilizando las ecuaciones de la teoría de la relatividad de Einstein, una explicación teórica de la expansión del Universo, expansión que fue confirmada por el astrónomo Edwin Hubbel en 1929. Lemaître consiguió convencer a Einstein de que el Universo se encontraba en expansión pero la teoría de Lemaître iba más allá: proponía la existencia de un “átomo primitivo” en el que habría estado concentrado todo lo que existe hoy. Resulta que Lemaître además de científico era sacerdote católico, con lo que la idea de un átomo primigenio a partir del cual se expandiera el Universo se acomodaba bastante al acto de creación y de ahí el entusiasmo generado por la teoría entre los creyentes de un Dios creador y la repulsa provocada en los ámbitos científicos de la época. Stephen Hawking lo expresa muy bien en su conocido libro “Historia del tiempo”: 
“A mucha gente no le gusta la idea de que el tiempo tenga un principio, probablemente porque suena a intervención divina”
Pio XII refundó la Academia Pontificia de las Ciencias en 1936 de la que formaron parte científicos tan destacados como Bohr, Planck y Schrödinger además del propio Lemaître. En el discurso pronunciado el 22 de noviembre de 1951 ante los miembros de la Academia, el Papa no escondía su entusiasmo al declarar: 
“Parece verdaderamente que la ciencia actual, remontándose de golpe a millones de siglos, haya conseguido hacerse testigo de ese primordial fiat lux por el que de la nada surgió con la materia un mar de luz y de radiaciones, mientras que las partículas de los elementos químicos se escindieron y se reunieron en millones de galaxias”.
Lemaître murió poco después de que Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson descubrieran en 1965 el fondo de radiación de microondas hoy considerada la prueba fundamental del modelo del Big Bang. Por cierto, debido a la misma expansión originada por el Big Bang, el desplazamiento al rojo que sufrirá esta radiación de fondo irá aumentando y acabará por ser ocultada por las radiaciones estelares de manera que los astrónomos del futuro sólo podrán saber de ella por los registros existentes de la misma en la actualidad. Ciertamente los descubrimientos de la ciencia nos aseguran la existencia de un comienzo del Cosmos y también auguran un final bastante oscuro, pero el que podamos definir un evento a partir del cual se desarrolló el Universo marcando el comienzo del tiempo y del espacio que hoy conocemos no quiere decir que anteriormente a ese evento nada existiera. 

De esto nos ocuparemos en el siguiente capítulo.



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