miércoles, 25 de junio de 2014

Los argumentos del ilusionista


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Al margen de los argumentos clásicos y de las variaciones derivadas de la metafísica escolástica, existe otro tipo de pruebas que son utilizadas con frecuencia por los apologetas modernos como argumentos probativos de la existencia de un ser superior. Una de ellas se basa en la existencia de una moral objetiva y se puede resumir de la siguiente manera:

1.   Si Dios no existe, entonces los valores objetivos no existen
2.   Los valores objetivos existen
3.   Conclusión: Dios existe

Thomas B. Warren ha desarrollado el argumento de una manera más detallada.

1.   Si se puede someter críticamente (como mal moral real) el código y/o acciones morales de una persona, entonces debe haber algún estándar objetivo (alguna “ley superior que transciende el límite y el tiempo”) que es independiente del código moral particular y que tiene un carácter obligatorio que se debe reconocer.
2.   Se puede someter críticamente (como mal moral real) el código y/o acciones morales de una persona.
3.   Por tanto, debe haber algún estándar objetivo (alguna “ley superior que transciende el límite y el tiempo”) que es independiente del código moral particular y que tiene un carácter obligatorio que se debe reconocer.
Es frecuente escuchar un razonamiento ridículo relacionado con el argumento moral y que concluye que una persona no creyente no puede afirmar la existencia de una moral objetiva porque, al hacerlo, estaría aceptando la existencia de un legislador externo a la naturaleza. Es decir, la persona atea sería por definición una persona amoral o defensor de una moral relativa. En definitiva, un monstruo.

Kant no desarrolló un argumento demostrativo sobre la existencia de Dios basado en la moralidad, sabía que no podía hacerlo, pero admitió que, de manera particular, subjetiva y práctica, el creyente debía encontrar en la existencia de un ser superior la base y razón de la ley moral. En una nota de su “Crítica del Juicio” acertadamente puntualizó que:

"Este argumento moral no debe proporcionar prueba alguna objetivamente valedera de la existencia de Dios; no debe probar, al que no tenga fe, que hay un Dios, sino que si quiere pensar moralmente con consecuencia, tiene que aceptar lo que admite esa proposición, entre las máximas de su razón práctica. Tampoco se quiere decir con esto: es necesario para la moralidad, admitir la felicidad de todos los seres racionales en el mundo conformemente a su moralidad, sino debe decirse: es necesario por ella. Así, pues, es un argumento subjetivo, suficiente para seres morales". (De la Critica del Juicio, traducción de M. Garcia Morente, Madrid: 3 ed., Espasa-Calpe 1984, 368-369, nota 1)

La prueba de la moralidad se basa en la existencia de unas normas objetivas a las que, dado su carácter general y su pertenencia al ámbito de la inteligencia y voluntad del hombre, se les atribuye un origen externo a la humanidad y a las leyes de la naturaleza. Si analizamos despacio el argumento podemos entrever la existencia de varios errores de planteamiento. En primer lugar se da por sentado que la conducta humana, la acción moral, está desligada de la naturaleza.  Es decir, se supone que el hecho de poseer una inteligencia superior a la del resto de las especies animales libera de alguna manera al hombre de las ataduras de la naturaleza, convirtiendo al acto moral en algo así como un evento de grado superior que parece emerger de entre los efluvios vaporosos del alma. No es extraño, por tanto, que los mismos defensores del argumento moral no puedan considerar la racionalidad de la conducta humana como un aspecto más surgido en el seno evolutivo de la naturaleza. Pero considerar al hombre como un ser especial que en su vertiente moral no está sujeto a las leyes de la naturaleza automáticamente invalida el argumento de la ley moral, ya que presupone un estado especial del hombre fruto de algún tipo de intervención divina cuya existencia es precisamente lo que se quiere demostrar.

En segundo lugar el uso de la palabra “ley” o “normas” para hablar de la clasificación moral de un determinado conjunto de acciones predispone al lector a admitir la existencia de un legislador. De la misma manera que los seguidores de la corriente creacionista del diseño inteligente cuando se refieren al “diseño” de estructuras biológicas están sugiriendo de entrada la existencia de un diseñador. El argumento adolece de una evidente simplificación antropomórfica. El comportamiento humano está sujeto a unas reglas de la misma manera que otros procesos de la naturaleza. ¿Debemos suponer entonces que la existencia de reglas que gobiernan todos los eventos que se producen en la naturaleza presuponen su dirección por parte de un ser superior? Si es así, no necesitamos seguir analizando el problema y el argumento moral podría considerarse superfluo: la existencia de leyes en la naturaleza demostraría automáticamente la existencia de un legislador externo a ella.

Bildergebnis für particulas elementalesEs evidente que los procesos químicos, físicos y biológicos se ajustan a unos criterios que posibilitan la existencia del Universo y la vida en la Tierra. Estas normas generales que subyacen en los eventos naturales han sido descubiertas por el hombre quien ha sido capaz de describirlas de manera matemática y las ha denominado leyes. Pero el que existan estas leyes no exige necesariamente la presencia de un legislador u organizador. Las normas se derivan de las características de las partes implicadas en el proceso y es así que el agua, en condiciones de presión normales, no podrá hacer otra cosa que evaporarse si el movimiento de algunas sus partículas es suficiente como para vencer la fuerza de tensión superficial que las mantiene unidas al resto, proceso que se acelerará a medida que aumente la temperatura. Y no puede ser de otra manera, es decir, que el agua, por ejemplo, en vez de evaporarse se congelara al alcanzar los cien grados centígrados.
En ningún caso estoy sugiriendo que el acto moral efluye de la mente humana de la misma manera determinista con la que se evaporan las partículas de agua a una temperatura particular, aunque hablaré de ello más adelante. Lo que intento explicar de momento es que de la existencia de reglas no tiene porqué inferirse la existencia de un regulador, y que estas se desprenden o emanan de las características de las partículas, moléculas o substancias que formen parte del proceso que estamos observando.
  
La objetividad de las acciones morales que clasificamos en buenas o malas según unos estándares que deberíamos definir como universales es uno de los pilares en el que sustenta el argumento. Pero el que exista un criterio objetivo o universal no significa necesariamente que su fundamentación deba encontrarse fuera del ámbito natural. Pondré como ejemplo un comportamiento que, sin ser moral, no deja de ser universal y es el rechazo de la coprofagia o coprofilia, es decir, a la ingesta de heces. Aunque entre algunas especies animales se puede observar esta práctica, existe una tendencia natural e instintiva a considerarla como algo desagradable, malo, que puede derivar en un peligro para la salud del organismo y es considerada una patología psíquica. Pero de la existencia de una calificación objetiva  de este comportamiento (aun sin pertenecer al ámbito de la moral) no se sigue el que haya un ser superior que lo legisle. Es la naturaleza y la evolución la que ha seleccionado el comportamiento aversivo y universal a ingerir las propias heces.

Uno de los problemas del argumento moral es rechazar el que la clasificación de las acciones en buenas y malas pueda provenir de una evolución del comportamiento social. Existe entre los filósofos una gran ignorancia con respecto a la naturaleza y su modo de actuar. En la naturaleza se seleccionan comportamientos cuando estos reportan una ventaja para la supervivencia de la población y se rechazan aquellos que suponen inestabilidad o peligro para la especie.

En las especies animales sociales el comportamiento de los individuos debe estar absolutamente reglamentado para que esa sociedad animal funcione, y esa reglamentación ha ido seleccionándose durante generaciones para obtener la mayor ventaja posible para la especie.

Quizás sea más fácil de entender este punto si intentamos definir lo que significa y en qué se distingue un acto bueno de uno malo. La bondad de una acción está directamente relacionada con la adquisición de una ventaja por la persona o grupo receptor de dicha acción. La maldad de un acto y su gravedad se podría entender en función de la supresión de una ventaja o la aparición de un dolor físico o moral. Dejando de lado los caprichos de algunas religiones que se han dedicado a construir en nombre de Dios un compendio de moralidad mediante prohibiciones difícilmente defendibles, existe un número reducido de actos moralmente malos y que se resumen en aquellos que producen un mal físico o moral. El dolor es algo objetivamente malo, rechazable y de lo que huimos de forma natural, entonces ¿por qué nos sorprende el que las acciones que conllevan o están dirigidas a producir ese dolor (asesinato, robo, tortura, violación etc…) puedan ser clasificadas como objetivamente malas? La empatía, la ayuda, el sentimiento de justicia que caracteriza a las acciones buenas reportan un bien de manera natural y se encuentran en la base de los comportamientos sociales de muchos animales. ¿Por qué nos sorprende entonces el que consideremos de manera general el altruismo, la ayuda a los demás, como un valor moral objetivamente bueno y el asesinato como un acto aborrecible?

Bildergebnis für chimpances colaborandoEl valor objetivo de las acciones que calificamos como buenas forman parte de la dinámica de cohesión de las sociedades. Según Frans de Vaals, especialista en comportamiento de primates, las tendencias afectivas, y que él define como los pilares de la moral o de la ética, son la empatía (compasión) y la reciprocidad (justicia) (en paréntesis la versión del término aplicable a la especie humana). Estas dos características se encuentran en la base del comportamiento social de muchos primates y no sólo en la especie humana. Existe, por tanto, una moral o ética objetiva, un acuerdo global sobre la bondad y maldad de las acciones que podemos encontrar reflejada en las leyes penales y civiles de la mayoría de países y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta moral o ética objetiva salvaguarda el buen funcionamiento de las sociedades y su existencia no demuestra la de una fuente de moralidad, una ley superior externa a la naturaleza y que, además, exija la existencia de un ser superior legislador exterior a la naturaleza. 

Desde mi punto de vista, el argumento moral no es más que un truco de prestidigitador, el argumento de un ilusionista.



15 comentarios:

  1. No quisiera parecer adulador, pero me ha encantado esta serie de artículos que has dedicado al tomismo/metafísica, me temo que entre los creyentes no habrá caído tan bien y estarás a un paso de la herejía si es que no es un caso de anatema directo.

    Saludos.

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  2. Gracias Renzo. No, no creo que sea hereje o anatema por no encontrar argumento alguno que apoye la existencia de un ser superior. Seguiré escribiendo y compartiendo lo que pienso... a ver qué pasa.

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  3. Si pudiera demostrarse filosófica o científicamente la existencia de Dios no habría lugar para la fe, solo cabría la sumisión de la razón a la verdad incontrovertible que se nos demuestra (que además posiblemente no sería accesible para todo el mundo, por la capacidad intelectual de cada cual).
    No, José Antonio no incurre ni en herejía ni anatema, y como creyente no se me siento agredido, pero vamos, en absoluto.

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  4. Hola José Ignacio. Gracias por comentar ¿Cómo interpretas entonces el dogma que dice que se puede llegar al conocimiento de Dios mediante el uso de la razón natural?

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  5. Y ¿por qué tiene que existir la fe? Que yo sepa en todo el Antiguo Testamento estaba muy clara la presencia de Dios entre su pueblo. Los que oyeron la voz de Dios no necesitaban fe ninguna. ¿Por qué dejó Dios de presentarse a su pueblo, de mostrarse claramente según nos cuentan las escrituras?
    Me da la impresión de que la fe es condimento necesario de toda religión, es la salida necesaria si no se puede demostrar lo que se predica. Tener fe es confiar en que lo que nos han contado es verdad. Vamos, así lo creo yo.

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  6. Hola José Antonio, creo que se se trata de un problema conceptual, qué es lo que entendemos por razón, porque en este mundo en el que la ciencia y la técnica han progresado tanto tenemos la tendencia a reducirla a la puramente científica o matemática, con lo que caemos en el cientifismo, que es a la ciencia como el fideismo o el creacionismo a la fe, un reduccionismo mutilador.

    Por eso, cuando Santo Tomás hablaba de sus vías para conocer a Dios insistía en que sus demostraciones eran solo invitaciones a creer, no razones formales que fuercen a prestar asentimiento a la fe, y el Catecismo de la Iglesia Católica cuando habla de esas vías de conocimiento - el mundo material y la persona humana - excluye que se trate de pruebas propias de las ciencias naturales, sido de "argumentos convergentes y convincentes" que permiten llegar a verdaderas certezas.

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    1. Hola José Ignacio, perdona que no te haya publicado antes. Estoy en Creta en un congreso. No entiendo cuando al final dices que son argumentos que permiten llegar a verdaderas certezas pero al mismo tiempo el camino utilizado no es el del razonamiento científico. No importa como le llamemos, razonamiento científico, demostración filosófica, vías de conocimiento o como quieras. Si es un razonamiento debe seguir las reglas del mismo. Y eso es lo que he intentado mostrar en esta serie de artículos: que no existe manera alguna de demostrar de manera racional la existencia de Dios. Algo que cuadra muy bien con el que el concepto haya sido inventado por los hombres. Lo mismo con la fe, que para mi es el instrumento que toda religión necesita para que pueda funcionar. El creer que lo que nos dicen, nos han contado o se piensa es verdad, incluso sin tener prueba alguna, racional o no, que apunte a la veracidad de lo que creemos o queremos creer.

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    2. Olvidaba comentar que si existe una via de conocimiento para llegar a Dios a la que se refiere la Iglesia con el dogma, ¿cuál es? Porque si, como creo y se deja entrever entre líneas, se refiere a las de S. Tomás, entonces vamos apañados. Sería tremendos ara la credibilidad de la Iglesia el que hubiera dogmatizado una filosofía que en realidad no demuestra nada.

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    3. No, precisamente lo que digo es que el mismo Sto.Tomás no consideraba sus vías de conocimiento como pruebas concluyentes -y tampoco la Iglesia (CIC)-, sino invitaciones a creer, a pensar que no es contrario a la razón creer en la existencia de Dios, por más que solo mediante ella no se pueda llegar a creer y a prestar el asentimiento; se trataría de un primer paso, que precisa después de la fe.

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    4. La iglesia definió como dogma el que se puede llegar al conocimiento de la existencia de Dios mediante el uso de la razón natural. Lo que no sabemos es cómo.
      Creo que he explicado mi punto de vista en mis comentarios anteriores.

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  7. En cuanto al AT hay que tener en cuenta que se trata de libros inspirados en los que se mezcla la historia de un pueblo, el judío, y su relación con Dios, escritos mucho tiempo después de que los hechos que relatan sucedieran. La presencia de Dios entre su pueblo hay que entenderla, no el sentido de que "paseara al atardecer con ellos por el jardín", literalmente, como se puede leer (más o menos) en el Génesis, sino que había una relación íntima con Dios. De hecho así se ha entendido siempre, y en una de las cartas de San Pablo se puede leer que por la fe Abraham dejó su tierra, como otros hicieron otras cosas.

    ¿Que la fe es confiar en que lo que nos han contado es verdad? Algo de eso hay - aquí podríamos recordar que el mismo crecimiento del conocimiento científico se apoya en la confianza en lo que otros han dicho antes, no empieza de cero en cada caso - pero no es solo eso. No hay nada malo en la fe, no es una muleta para paliar una carencia, y aunque sea un acto que se realiza gracias a un don sobrenatural (xq Dios nos “primerea” como dice el Papa Francisco), creer es un acto auténticamente humano, y no es contrario ni a la libertad ni tampoco a la inteligencia depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas a lo largo de la historia de la humanidad, de hecho es un acto consciente de libertad hacerlo. Esa libertad no existiría en caso de que Dios se nos manifestara de otra forma más contundente e inequívoca, que es en definitiva lo que a veces desearíamos para paliar nuestra falta de fe, el camino sencillo, "baja de la cruz, y creeremos."

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    1. El problema es qué es lo que debemos creer a pies juntillas y qué de manera metafórica o figurada. Tengo la impresión que la teología moderna intenta justificar incluso algunas de las animaladas que se pueden leer en la Biblia diciendo que son metáforas o ejemplos. No, José Ignacio, la Biblia se entiende de verdad como se escribió, por un pueblo que creó mitos para explicar su historia y fue elaborando una religión a su alrededor. Así se entiende la Biblia perfectamente, pero intentarlo desde la perspectiva cristiana moderna sólo puede provocar dolores de cabeza a aquellos que quieren justificarlo todo escrito en ella, incluso el asesinato de ancianos, mujeres y niños ordenado por Jahve, ese Dios justiciero que no puede entenderse desde nuestra cultura moderna. ¿Qué nos quedamos como verdadero y que suponemos metáforas de la Biblia entonces? Difícil tarea para el que cree que es verdaderamente palabra de Dios, pero fácil para el que sólo ve los mitos escritos de un pueblo de la antigüedad.

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    2. Me remito al comentario realizado; se trata de libros inspirados, no libros "dictados" por Dios, como pueda ser el Corán, y hay que entenderlos como se entieden por el Magisterio de la Iglesia, como un presepto jurídico hay que entenderlo como dice el TS, pongamos por caso y sirva de ejemplo, porque es su interprete auténtico.

      Creo que el ejemplo del paseo al atardecer de Dios es elocuente de lo que quiero decir, y lo mismo podría decirse de tantas otras cosas que aparecen en el AT; Dios, por ejemplo, es el Amor con mayúscula, no puede sentir ira, y cuando en el AT se justifican determinadas cosas por la ira desata de Dios, seguro que en aquel momento el autor inpirado no estaba pensando en crear unas metáforas, porque el proceso de la revelación,lo que se llama la economía de la salvación, es un proceso en el tiempo, sino que expresó lo que debía sentir Dios por la desafección de su pueblo. ¿Significa a la luz de la revelación definitiva, que se produce con la venida de Cristo a la tierra, que Dios es iracuando a veces? No, significa la situación en la que queda el pueblo, las personas, por su desafección, por su rechazo de Dios,que es el rechazo del Amor, del que se pueden derivar inumerables males.

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    3. No veo contestado mi comentario pero no pasa nada, creo que no nos pondremos de acuerdo.

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  8. En fin, yo creo que sí está contestado,no exhaustivamente claro, porque ello requeriría la explicación de la economía de la salvación, es decir, del conjunto de disposiciones divinas decididas en la eternidad y realizadas en el tiempo – a lo largo de toda la Hª de la humanidad - para la salvación del hombre, y por el que Dios se va revelando poco a poco.... así se entiende mejor el AT.
    Lo dejamos para otra ocasión

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