miércoles, 19 de octubre de 2011

Uno por mil

En estos días hemos sabido del intercambio de prisioneros entre Israel y el grupo islámico Hamás. Me ha llamado desde el primer momento la atención el hecho de que Israel canjeara la libertad de Gilad Shalit por la de mil veintisiete presos palestinos. Y no es la primera vez: en 1985 Israel recuperó a tres soldados a cambio de unos mil cien prisioneros palestinos.Y me pregunto lo siguiente (porque siempre tengo que estar liándome la cabeza):

¿Cuánto vale la libertad de un soldado de Israel? Según Israel, el valor de esa libertad es matemáticamente igual a la de unos mil palestinos. De buenas a primeras se podría interpretar este hecho como un desprecio al pueblo palestino: “la libertad de nuestros hombres valen mil veces más que el de los vuestros”.

Pero visto así, los palestinos deberían haberse sentido ofendidos y, por tanto, para igualar la dignidad de las personas de los dos pueblos, deberían haber exigido la liberación de un solo preso y no de mil.

También es posible que los de Hamás sean más listos que el hambre y se hayan aprovechado del complejo de superioridad de Israel con respecto a sus vecinos para mercadear con la libertad de sus presos de una manera realmente exitosa.

Pero es posible otra explicación que no tiene nada que ver con el valor en el mercado de la libertad de las personas. Israel es un país pequeño donde casi cada ciudadano es parte del ejército. El ex agente del Mosad Rami Igra ha declarado: “Somos un país pequeño, un país en lucha. Tenemos que demostrar a los que pelean con nosotros que la comunidad hará todo lo posible para devolverles a casa”.

Y ese parece ser el verdadero motivo de la desigualdad en el intercambio de prisioneros. Israel necesita asegurar a sus ciudadanos, cueste lo que cueste, que les apoyará hasta el final, les ofrece amparo y protección en un territorio siempre amenazado. Y esta vez les ha costado canjear la libertad de uno de sus soldados por la de mil prisioneros.

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