miércoles, 24 de agosto de 2016

"Se evitará todo signo de discriminación injusta"



Pero ¿por qué tanta insistencia de la Iglesia Católica en posicionarse en contra de las leyes de identidad de género que sirven para proteger a las personas homosexuales? 

Sorprende que en el catecismo explique que se deba evitar todo signo de discriminación hacia las personas homosexuales y que al mismo tiempo esté en contra de leyes que quieren evitar precisamente esta discriminación. 
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta
Aunque se pide respeto con la persona homosexual, su sexualidad no es aceptada y es vista como una inclinación desordenada. 
2357 … apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Es decir, se pide que se respete sólo a una parte de esa persona y no a la persona en su integridad. El amor de esas personas no es del bueno y no puede ser aprobado, es sólo un desorden. Esto, muy señor mío, denota un respeto muy sesgado y curioso a la vez que discrimina a esas personas. Eso sí, quizás defiendan una discriminación "justa" en este caso.

Sorprende también que en el mismo artículo del catecismo se sostenga que la sexualidad sea parte integral de la persona y que cada uno deba reconocer y aceptar su identidad sexual.
2332 La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
2333 Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual.
Pero parece ser que esto, que debería ser válido para todos, la Iglesia sólo lo aplica a las personas heterosexuales. El homosexual debe aceptar su identidad sexual, pero sólo como "una auténtica prueba".

Es decir, aunque parece que la Iglesia es tolerante con las personas homosexuales, en el fondo no las acepta en su integridad y, de hecho, promueve la discriminación de estas personas al no poder aceptar su sexualidad y condenarlas a la soledad afectiva.    
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. 
Esto explica las reacciones de obispos y de grupos ultraconservadores en contra de las leyes de identidad de género, ya que no reconocen el derecho de las personas homosexuales a amar íntegramente a otras personas (soy de la opinión de que lo que uno haga o no haga en la cama es cosa de cada uno y pertenece a su esfera íntima, también en el caso de los heterosexuales). Y también da razón de por qué se posicionan en contra de una educación sexual en los colegios en la que se explique que la homosexualidad sea una variante más de la sexualidad humana. 

Es decir, niegan el derecho a que existan leyes que protejan de la discriminación y que regulen las uniones (llámenla matrimonio o no, ¡qué más da!, si sólo es una firma en un papel) a personas del mismo sexo, y que esto se explique en las aulas.

De igual manera sucedió con la actual ley del divorcio en la España pos-franquista. La Iglesia se opuso rotundamente a la promulgación de una ley que tenía como objetivo regular la situación desastrosa de muchas familias descompuestas. Se arguyó entonces, como hoy, que la ley iba a destruir a la sociedad y a la familia. Existe un excelente artículo de Manuel de la Cámara en el País que contesta de una manera muy acertada al actuar de la Iglesia en aquellas fechas y que podría servir, de igual manera, para el tema que nos ocupa hoy. La Iglesia en su catecismo, sigue condenando el divorcio (2384 El divorcio es una ofensa grave a la ley natural), pero en la práctica acepta que exista esa ley reguladora y necesaria y nadie se echa ya las manos a la cabeza. 

Me pregunto por qué esa manera de pensar tan particular y sesgada tiene que ser la norma en nuestra sociedad. ¿Cómo se puede legitimar el que se intente bloquear los derechos civiles de personas mediante pensamientos religiosos o porque no se adecúen a un determinado sistema moral? ¿Por qué tenemos que aceptar solo la heterosexualidad como la única forma de sexualidad y discriminar y castigar a las demás?

Por eso se enzarzan en insultos, denuncias y discusiones organizaciones ultra católicas como HazteOir y algunos obispos con plataformas de defensa de las personas homosexuales, como el Observatorio contra la LGBTfobia, que trata de asistir a las víctimas de delitos de odio en base a su orientación sexual o identidad de género.

Lo que parece evidente es que la Iglesia católica, sus obispos y los grupos ultra conservadores están protagonizando una campaña en toda regla y que podría ser denunciada como sucede en el caso de otras situaciones discriminatorias. Y eso nada tiene que ver con la libertad de expresión o derecho a la educación de los hijos. El intentar negar derechos civiles a personas homosexuales, aduciendo razones religiosas o ideológicas, sólo tiene un nombre y se llama discriminación. No se puede permitir que se nieguen derechos en base a la orientación sexual, y no se puede intentar imponer una manera de pensar única.

Me dirán que los religiosos acusan al llamado "lobby gay" de lo mismo, de intentar imponer su manera de pensar. Pero esto no es así. La homosexualidad es un hecho, no una manera de pensar, y como tal, las relaciones afectivas entre personas homosexuales y sus derechos, deben ser regulados mediante leyes civiles, como se hace en el caso de las uniones heterosexuales. Otra cosa es que le guste a usted más o menos. Pero es que esto no es una cuestión de gustos.

Si usted piensa que estas personas están ofendiendo a su dios al amarse, pues muy bien, pero no impida que puedan ser protegidas de la discriminación, persecución, tortura y muerte a la que han sido y siguen siendo sometidas desde hace siglos por tantas ideologías y religiones, y que sus relaciones, con sus deberes y derechos, puedan regularse mediante leyes, hoy día absolutamente necesarias en todos los países del mundo.
   
Pero el tema ofrece otro aspecto interesante para la discusión y que no es aceptado por las religiones: ¿y si este comportamiento fuera una variante natural más de nuestra sexualidad? 

De esto tratará la próxima entrada. 



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