Hace mucho tiempo que no escribo. Las obligaciones y las preocupaciones por
la situación familiar, económica, emocional y el nuevo rumbo que está tomando mi
vida no me han proporcionado la tranquilidad suficiente para dedicarme a otras
cosas. Pero si he de ser sincero, tampoco me apetecía. Espero en verdad, como escribió
Machado y cantó Serrat, que todo pase y todo quede y que lo nuestro sea pasar.
Cuando al final de la jornada reposo en mi ahora solitaria y desangelada cama,
antes de cerrar los ojos, los fijo en la oscuridad que me envuelve y me
concentro en escuchar el sonido de una soledad que se me parece absoluta. Tú: ¡es
automático! Se activan entonces, como por un resorte, los recuerdos de mi infancia.
Supongo que me convierto entonces en el niño que fui y que sigo siendo, y busco
de manera inconsciente la protección de esa maravillosa familia que me crió. Me
veo en brazos de mi padre en una noche del final de los sesenta, quien frente a la persiana entreabierta y que dejaba entrar la luz de las farolas, tatareaba
el tema principal de Doctor Zhivago esperando a que me durmiera. Es el recuerdo
más antiguo que tengo. Luego correteo por la Calle Mayor con mis amigos en
dirección a la Catedral y me llegan los olores a lápices de la papelería Estruch.
Me recuerdo, aunque no me correspondía, recogiendo la chocolatina y el pan que
daban en el Colegio Santo Domingo a los internos para merendar, y mi cerebro evoca
una y otra vez el olor del comedor y las cocinas donde horas antes nos habíamos
metido entre pecho y espalda ese filete más duro que la suela de un zapato. Recuerdo el volver a casa y
a mi madre, atareada con compras, coladas, comidas, meriendas y
cenas. Y a esas pequeñas que correteaban todo el día por los pasillos y que más de
una vez confundían el bidé con la taza del váter.

En fín, supongo que me estoy haciendo viejo.
Siento que estés pasando momentos difíciles y deseo que se queden sólo en eso, en momentos, que sean un recuerdo, aunque doloroso, de algo que dio paso a una nueva etapa con más experiencia y nuevas ganas de afrontar las cosas.
ResponderEliminarEnvejecer, ay!..., llega un momento en que uno tiene más de vivido que por vivir, pero de eso se trata de envejecer, no hay otra en la vida desde que empieza.
Mucho ánimo y un cordial saludo.