lunes, 2 de marzo de 2015

Cuando todo se apaga



He leído la noticia de que el famoso neurólogo y escritor Oliver Sacks (protagonista real de la película “Despertares” e interpretado por Robin Williams) se encuentra en los últimos días de su vida. Este hombre de 81 años y con cáncer terminal se está preparando para decir adiós a este mundo y lo hace de una manera que me ha llevado a pensar una vez más sobre el sentido de esta vida y la aceptación abnegada del sufrimiento y de nuestra condición mortal. 

Tengo que decir que en el ámbito religioso me encontrado con ejemplos de una entereza increíble a la hora de enfrentarse al último tránsito, pero este testimonio, desligado de toda esperanza en una vida eterna tras la muerte, me emociona todavía más. 

Algunos vivimos agobiados con problemas cotidianos, por si no llegamos a fin de mes, por los hijos, las dificultades en el trabajo, los problemas de pareja, la situación tras la catástrofe de un divorcio. Y este barullo de cada día hace que nos olvidemos de lo fundamental. Pero cuando uno se encuentra ante dificultades serias de salud, cuando se siente el aire movido por el manto de la muerte dando vueltas a nuestro alrededor, es cuando alzamos la mirada y creemos saber lo que verdaderamente importa. 

No viene mal atender a lo que nos dicen personas como Sacks, quienes se encuentra ya mirando cara a cara el final de su existencia, y creo que es una buena manera para ponerlo todo en perspectiva. Lo importante es vivir y darse cuenta del grandioso privilegio de haber sido un ser pensante y sintiente, emergido de la materialidad del Universo.

"No puedo fingir que no tenga miedo. Pero mi sentimiento predominante es de gratitud", afirma Sacks. "He amado y he sido amado; he recibido mucho y también he puesto algo de mi parte; he leído y viajado y pensado y escrito... Por encima de todo, he sido un ser sintiente, un animal pensante en este bello planeta, y eso en sí mismo ha sido un enorme privilegio y una gran aventura".

¡Sí señor, ese es nuestro privilegio y nuestra mayor aventura!


3 comentarios:

  1. Hola José A.

    Siempre me ha llamado la atención que la gente que cree que la muerte no es el fin y que hay otra vida en el "más allá", suele tener un miedo terrible a morir y suelen llevar muy mal la muerte de un ser querido, aunque vayan repitiendo el "mantra" de que el fallecido/a "ahora está con Dios".
    Lo razonable, si es que puede usarse el término cuando se habla de fe y creencias, sería alegrarse y celebrar la muerte como un transito y algo que, según dicen, es infinitamente mejor que este valle de lágrimas que parece que es la vida para ellos.
    Evidentemente, hay excepciones, como también las hay en el "bando" ateo, aunque me creo muy poco la manida historia del ateo que en sus últimos momentos se convierte aterrado por la duda de estar errado y que finalmente haya un Dios y otra vida. Dudo mucho que un ateo, racional y no emocional, cambie su ateísmo por la fe en un plisplas.
    Además, a mi me resulta mucha más asombrosa y valiosa la vida y toda la existencia como parte de un proceso natural que como "regalo" de una divinidad. Me parece mucho más fascinante que el azar haya producido el Universo y a nosotros a que sea todo una creación por la voluntad de un ser omnipotente.

    Cordiales saludos.

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  2. Hola Renzo, saludos para tí también.
    Precisamente de eso quería hablar en la siguiente entrega que me he pensado hoy en el dentista pero que no he tenido tiempo a escribir todavía.

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  3. Posiblemente, no se puede positivizar mejor cuando no se cree en la vida tras la muerte...pero hay que comprender la dificultad de ser tan valiente y que sea necesario buscar alivio buscando "falsas" expectativas, creadas por el hombre para soportar la enorme carga que contrae al adquirir conciencia de sí mismo...

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