A tenor de esta noticia no han faltado los comentarios de políticos de varios bandos que la han defendido a capa y espada y algunos han aprovechado para criticar al fascismo y a la moral trasnochada de la Iglesia Católica. Los del pueblo han calificado a su vecina de puta, guarra y no sé que otras lindezas sin reparar en que estos comportamientos no han sido nunca considerados tan graves si los llevaban a cabo los hombres y los aceptamos en muchas de las películas que nos tragamos. El ser un “casanova” o un “don juan” ha llegado a considerarse casi como un halago. Tampoco se trata de eso.
Soy de la opinión de que los comportamientos sexuales desordenados pueden afectar a la persona, su psicología y a sus relaciones pero también pienso que no es asunto nuestro y lo que una persona haga en esta materia debe permanecer dentro de la esfera de su intimidad.
Aquí se trata de dirimir si una persona con cargos de representación pública puede seguir siendo digna de la confianza de sus electores después del espectáculo ofrecido. En EEUU los políticos “pillados” en este tipo de prácticas dimiten sin más contemplaciones (recuerden aquel congresista que difundió fotos de su desnudez con su iphone y desde el gimnasio del congreso). Mucho podríamos hablar del puritanismo hipócrita en los EEUU y hay bastantes ejemplos de presidentes, políticos, príncipes y reyes a quienes sus infidelidades y cochinadas no han impedido seguir ejerciendo como tales.
En el caso de la concejal, nadie puede juzgarla por lo que ha hecho ya que la persona que se debe sentir ofendida es su marido y, quizás, sus hijos. Ahora tendrá que apechugar y solucionar el problema creado primero en su propia casa. Y esto es una de las consecuencias de este descontrol erótico-festivo, por mucho que los que se llaman progresistas lo vean de otra manera. A estos que animan y aplauden a la señora por ejercer esas atrevidas actividades extra-maritales les diría que fueran a hablar con el marido, a ver si le pueden convencer de que lo que ha hecho su mujer es algo digno de loa y que los demás son unos trasnochados, envidiosos o unos estrechos. Pero si siguen sin verlo claro les animo a que se pongan en la piel de marido cornudo y se imaginen a sus respectivas no sólo engañándolos con otro señor sino haciéndolo también de manera gráfica, virtual y digital y que ésto llegara a publicarse. ¿Animarían a ello a sus mujeres? Apuesto a que alguno, llevado por la firmeza inquebrantable de sus principios, aseguraría que no le importaría en absoluto.
A los que la insultan sin piedad les aconsejo que repasen su vida y que consideren seriamente si en ella no hay nada de lo que puedan avergonzarse.... ¿absolutamente nada?
No olvidemos al cabrón que por algún oscuro motivo filtró las imágenes. A éste se le exigía, como mínimo, aquella olvidada caballerosidad que existía entre los hombres de no mentar el nombre de las mujeres a las que se beneficiaban. Pero eran otros tiempos.
En definitiva, creo que hay que dejar en paz a esta señora. Bastante está pasando ya. Si puede superar la situación y seguir ocupando un cargo público marcada por la vergüenza de su actuación cinematográfica pues que lo siga haciendo. Si sus votantes consideran que esta señora es digna de confianza, pues que la sigan votando. Si su marido considera que debe perdonarla después de que le haya engañado pues que lo haga. Si sus hijos empiezan a ver a su madre de otra manera después de todo lo que ha pasado, pues tendrán que abrazarla, supongo, y pasar página. Pero que nadie me intente convencer, como intentaba ayer hacer un periódico, de que la infidelidad es la mejor manera de ser feliz en el matrimonio. No, no lo creo, y tampoco creo que la podamos alcanzar mediante el abuso de la facultad sexual, algo de lo que, en definitiva, nos venía previniendo esa trasnochada moral tradicional.
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