Esta mañana me he encontrado con una historia que me ha impresionado y no tengo más remedio que contar aquí.
Chiara y Enricho se conocieron en Medjugorje y se casaron poco tiempo después. Chiara quedó embarazada en dos ocasiones pero los fetos sufrían de malformaciones y, aunque repetidamente les aconsejaron el aborto, consideraron que no eran ellos los que iban a decidir sobre la vida o muerte de sus hijos y decidieron llevar los embarazos adelante. Los bebés murieron a las horas de nacer.
Durante el tercer embarazo (esta vez el niño estaba sano) a Chiara le diagnosticaron un carcinoma en la lengua. En el quinto mes tenía que decidir si someterse al tratamiento de quimioterapia, que inevitablemente mataría al niño, o retrasarlo hasta su nacimiento. Chiara optó por esperar hasta que el niño naciera. Y así fue: el niño nació pero para Chiara fue demasiado tarde. El pasado 13 de junio y con sólo veintiocho años falleció Chiara arropada por su marido, familiares y toda la comunidad cristiana a la que pertenecía. Su funeral se convirtió en una fiesta (se puede encontrar en youtube).
Las razón por la que Chiara dio su vida no es fanatismo religioso, lo hizo por puro amor.
Las razón por la que Chiara dio su vida no es fanatismo religioso, lo hizo por puro amor.
En la foto de arriba se puede ver a Chiara sonriente y con la afección ocular que le produjo el carcinoma. En el video que adjunto se puede ver a Chiara dando testimonio de su defensa de la vida tres años antes de morir. En él cuenta la historia de uno de sus embarazos y antes de que le diagnosticaran el cáncer. No entiendo mucho el italiano, pero no he necesitado hacerlo para derrumbarme en el sillón con lágrimas en los ojos y pidiendo perdón a Dios por todas mis maldades al verla hablar, emocionarse y -siempre sonriente- dar testimonio de su vida. Esta chica no sólo era guapa por fuera (de esas ya las hay a montones) sino que también lo era por dentro y le digo desde aquí a Enricho que habrá perdido una buena mujer pero que nosotros la hemos encontrado.
El día de su funeral todos los asistentes se llevaron de la
iglesia una plantita –por voluntad de Chiara, que no quería flores en su
entierro sino que cada uno recibiera un regalo- y en el corazón un
“pedacito” de este testimonio.
Espero que muy pronto la podamos llamar beata Chiara Corbella.
Yo ya le pido por mi familia.
Yo ya le pido por mi familia.